La libertad en entredicho



La libertad se congestiona, languidece y desaparece  cuando falta el  amor. Esta es la tesis de esta nota.

La "libertad" es uno de esos conceptos en boca de todo el mundo, aunque, analizando las posturas actuales, vemos la falta de coherencia en sus planteamientos.

En una relación basada en el amor, como es el caso del cristianismo, la falta de liberad o una libertad mal entendida, acaba con la fe de cualquiera. Y es que en la libertad, para que sea tal, concurren siempre la fe, la esperanza y la caridad. Por eso Dios actúa en el alma en paz, y sin esos tres partidos de la virtud interior, no se puede conseguir.

La libertad consiste en hacer lo que tengo que hacer por la que me da la gana, algo muy distinto al hacer lo que me da la gana. Es un pequeño matiz de la "libertad interior".

Creo que en este "pequeño matiz" el hombre descubre la felicidad, no como el resultado directo de las acciones emprendidas, sino al reconocer en las obras un desapego de él mismo porque son una entrega a quien nos sugiere nuestra consideración, sin imponerla.

Pero, ocurre, por no contrariar el querer de los hijos, no exigen lo debido en casa, en sus diversiones, en el tiempo dedicado a los videojuegos, en la calidad en el trato en familia y con los demás, en la escuela...Y no se puede esperar que los centros de enseñanza exijan lo minimizado en casa. 

Todas estas historias de "bullying", cada vez más frecuentes y violentas no son sino la muestra y la aplicación de la violencia cuando no se exige el respeto al otro y a las cosas.

La obediencia, derivada del audire  latino, significa prestar atención a lo que se dice, es decir, "escuchar". Es el término usado cuando Dios se dirige al hombre para mostrarle el camino de la felicidad, que es su salvación. Pero, hoy resulta difícil "escuchar" porque hay mucho ruido  externo e interior. Cada quien vive a su aire.

Obedecer no significa sometimiento a lo querido por alguien distinto a nosotros mismos; por el contrario, se trata de hacer lo que se nos dice porque sabemos que quiere nuestro bien, y así nos lo indica. En elegirlo consiste la libertad interior.  Es la escena del Jardín del Edén: Podéis comer de todo menos del fruto de  éste árbol. 

Pero Satanás trastoca el sentido de esa petición, y con ello  la posibilidad de ser felices. Y aquí estamos.

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