El locutorio de Santa Teresa y las redes sociales






Un salto del siglo XVI al siglo XXI nos puede dar  luz sobre algunas semejanzas sobre, no tanto del ambiente, sino de la condición humana.

Pensemos en las redes sociales. Son el punto de quiebre de la juventud y de muchos ya entrados en años. Se pasan una buena parte de su día pegados al teléfono portátil, oyendo todo lo que alguien les quiera enseñar y contar. Incluso, algunos gastan parte de la noche, su tiempo de descanso, pendientes de una llamada, de un contacto con "alguien", sea o no conocido.

Pues bien, la juventud de Teresa de Ávila, que entra en el convento de la Encarnación de las carmelitas a los 20 años, quien iba a ser santa y doctora de la Iglesia, discurría, según ella nos cuenta en 1544, gastando "horas y horas" en el locutorio. Naturalmente, su vida interior se resiente y Teresa sabe que las cosas no pueden continuar así, pues había abandonado la oración a los 27 años. Sin embargo, no es fácil apartarse de esa diversión donde su buen ver, salero y buen humor ponían el grano de sal en las reuniones con los caballeros visitantes. Después de una grave enfermedad, que la puso al borde de la muerte, llega su conversión al contemplar las  heridas en una imagen de un Cristo flagelado en 1554. 

Algo así ocurre con los jóvenes de nuestro tiempo; las horas se pasan sin sentir, y, a pesar de evitar los deberes y darse cuenta de dejar lo debido a un lado, siguen por la ruta del cotilleo y se apegan más y más al ir y venir de las redes sociales.

Entonces, cabe la esperanza de un cambio de vida en estos jóvenes de ahora, desorientados como están, si hubiera quienes les repartieran lo necesario que les hiciera recapacitar sobre su vida.




























































































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