Aprender de entre sabios, premios Nobel y santos (Jèrôme Lejeune)

 


Jèrôme Lejeune. Pude estar con este sabio y santo, en el año 1993, durante su visita a la ciudad de Monterrey, México, para impartir unas conferencias  en una residencia de Estudiantes. Luego, aceptó estar un rato tranquilos en casa, pues le gustaría tomar un café y conversar sobre aspectos de la vida de familia. Me regaló uno de sus libros en francés y me lo dedicó,  un año aproximadamente antes de su fallecimiento. Hablamos de la grandeza del ser humano desde su concepción. Me decía que todo el bagaje de cada persona se encuentra en los cromosomas desde el principio, y nada se puede añadir después a esa peculiarísima manera de ser. Me contaba de la vez que tuvo que ir a Estados Unidos a defender un caso donde se trataba de decidir sobre la vida de un nonato; el doctor Lejeune le preguntó al juez en medio de la argumentación: Diría usted que esta criatura de la que hablamos es un "ser" o es "nada". El juez respondió: Por supuesto, se trata de un "ser". Muy bien, añadió Lejeune. Entonces, diríamos que se trata de un ser "mineral", "vegetal" o "animal". Ciertamente animal, apuntó el  juez. Y, dado así el estatus del ser del nonato, ahora diríamos que se trata de un ser "racional" o "irracional", inquirió de nuevo el genetista Lejeune. Ante el silencio del juez, se decidió el caso a favor de la vida de aquel nonato, siguiendo el  argumento básico del fundador de la genética moderna. El profesor Jèrôme Lejeune era elegante y sencillo al mismo tiempo. Me trataba como si nos hubiéramos conocido desde siempre. Al fallecer en 1994, a los 68 años de edad, Juan Pablo II lo sintió especialmente. Lo llegó a conocer bien en el trato adquirido durante su cargo y  al comprobar sus conocimientos  durante el ejercicio de su nombramiento como miembro de  la Real Academia de las Ciencias.  En 1997, el Papa viajó a Francia, y, al llegar a París, lo primero que hizo fue ir a visitar la tumba del señor Lejeune. El papa Francisco, el 21 de enero de este año, lo declaró venerable, un paso crucial en el proceso de canonización.Ya no recuerdo si durante la visita a mi casa tomamos o no café; el tema de la conversación captó nuestra atención desde el principio, y no he podido nunca olvidarme de él. En encuentros posteriores con su esposa Birthe, el tema era siempre Jèrôme y sus tesis defendiendo la vida por encima de todos y de todo lo demás.


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