Aprender de entre sabios, premios Nobel y santos (Beato Álvaro del Portillo)


Álvaro Portillo, 1993. Al leer su biografía, se queda uno sin aliento al comprobar con los datos oficiales sobre su beatificación, la "heroicidad" se sus virtudes. Me lo encontré varias veces, siempre en la compañía de San Josemaría. Pero al fallecer el Fundador, él se hizo cargo de Opus Dei. Sin embargo, una vez nos recibió a tres matrimonios en Roma, en la Sede Central. Volvíamos de la Isla de Malta, punto de arranque del año Internacional de la Familia según el calendario de la ONU. En esa ceremonia, se trató de disolver la familia, iniciando una campaña que ha durado hasta nuestros días. Tuvimos que intervenir en la inauguración, sin estar invitados, en nombre de una asociación internacional (AMFE) creada justo para organizar un Congreso Internacional de la Familia. Se les dijo a los dirigentes de la ONU, en su versión de la UNESCO, que la familia era para toda la vida, a partir de un matrimonio entre un hombre y una mujer, sin poner obstáculos a la procreación. Los asistentes se entusiasmaron. Nadie había dicho lo que todos deseaban oír. Pues bien, al regreso, pasamos por Roma y visitamos a D. Álvaro. Le contamos nuestra aventura en Malta, y le invitamos a nuestro Congreso. Nos dijo, entre otras cosas: Si puedo, estaré con vosotros. Pero, un mes antes del Congreso, el 23 de marzo, falleció justo después de un viaje a Tierra Santa. La decepción fue enorme.
 El Congreso Mundial no tenía prácticamente inscrito a nadie. Entonces, se nos abrió un gran panorama. Si D. Álvaro no había dicho que "si podía" asistiría al Congreso, ahora estábamos seguros de que sí podría, y le encomendamos el Congreso.En efecto, a partir de esa fecha se revolucionó el mundo. De acuerdo con el cardenal López Trujillo, presidente entonces del Dicasterio para la Familia en el Vaticano, fue el evento con más asistentes de cuantos se celebraron ese año de la Familia en el mundo. Desde Filipinas y Japón hasta Canadá, desde Argentina a Inglaterra, España, Francia e Italia, se congregaron más de 3,200 personas. Fue un éxito y el primer milagro, yo diría, atribuíble al hoy ya beato, Álvaro Portillo. Su aspecto de bonachón, no le restaba carácter. Don José Luis Pastor, sacerdote,  nos contaba unos años después del Congreso que, estando en Roma, lo mandó llamar D. Álvaro a una hora concreta. Se le hizo tarde, y pensó llamarle al llegar al lugar de la cita para no hacerle esperar. Su sorpresa fue mayúscula cuando, al llegar a la sala de visitas, se lo encontró ahí esperándole. D. Álvaro le dijo: Hijo mío, yo nunca te hubiera hecho esto a ti. Se sabe, por ejemplo, que durante los tiempos del Concilio Vaticano II, D. Álvaro estaba encargado de diferentes comisiones. Tenía entonces una cita con San Josemaría, y se las ingenió para que sin desatender a quienes integraban esas reuniones de larga duración, llegar a tiempo a la cita, cosa que extrañó al mismo Fundador. Nunca se le notaba faltado de tiempo y tenía siempre una sonrisa para quien lo visitaba.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra