¿Se puede pasar de la muerte a la vida?



Jesús "resucitado" entre Caifás y su acompañante, camino de Emaús.



Érase una vez...

Sólo se muere cuando a cada quien le toca. Es el caso de un amigo, de 54 años. Le dio ayer un derrame cerebral, y ya casi se iba. Pero no. Después de una noche gris, los médicos decidieron operarle, y en esas anda, entre la vida y la muerte. Por lo menos así se dice cuando una persona da todavía señales de vida, pero no responde a otras pruebas relativas al habla y al pensamiento. Se quiere a toda costa establecer un puente entre los resultados de una y otra prueba, pero no es fácil ejercer de pontonero  en situaciones críticas, cuando la evidencia no alcanza a dar soporte a la unión pretendida.

Por ejemplo, creer que el alma puede sufrir, separada del cuerpo, después de la muerte, es una noción que los filósofos no están muy de acuerdo, pues la razón no "ve" claro cómo puede ser ese el caso, debido a  la unidad de cuerpo y alma durante la vida terrena, excepto que den con la noción de "inmortalidad"; también, se puede llegar con la razón a la existencia de Dios y a delinear sus principales atributos.  Pero, cuando un filósofo es creyente, se puede bien afirmar tal cosa en nombre de la fe revelada, y admitir los límites de la razón a la hora de entretenerse con tales problemas. 

Pero, ¿por qué se ha de creer algo que la razón no alcanza a dilucidar y, por tanto, no conoce? , ¿cómo podremos resolver las propuestas de la fe con las de la ciencia? Para  empezar, estamos en dos planos distintos, y el problema se resuelve dando a la fe y a la ciencia  su propio lugar.  Esto significa que la fe parte de unos presupuestos "revelados": se cree, se asiente, porque Dios lo ha dicho, si no no sería fe.  A partir de ahí, se puede obrar "científicamente" y demostrar lo que convenga. Por el contrario, los puntos de partida de la ciencia, se deben sostener mediante pruebas concretas, y luego razonar según las exigencias de la deducción o de la inducción para demostrarlos.

Es decir, la fe no se sostiene en razonamientos, sino en la palabra de Dios. Ni la revelación de la Trinidad ni la de la Encarnación, por ejemplo, podrían ser imaginados siquiera por la razón. Entonces, no se debe pretender conocer lo que se debe creer, ni viceversa, creer aquello que se puede conocer.

Así, cuando alguien nos dice frente a una verdad de fe: no entiendo, le podemos contestar tranquilamente: sigue así. Y cuando alguien se tropieza en una verdad de la ciencia, le debemos decir: ponte a estudiar.

Es como la vida y la muerte: son de realidades que no se pueden soslayar; pero tampoco se puede pasar de una a otra según convenga. Precisamente, la noción de "inmortalidad" del alma, soportaría la idea de la vida después de la muerte. Y la de "unidad" entre el alma y el cuerpo en esta vida, apoyaría la continuidad de esta unión fuera del tiempo.





 

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