No hay "entropía" absoluta porque hay perdón: no todo está perdido


Alto del Perdón, Navarra.

Como si fuera una piel de oveja vieja, podemos quitarnos de encima a finales de año, esas memorias de tantos sucesos inesperados a raíz de la pandemia, de las contrariedades o de todo aquello pendiente de resolver, pero que, debido a las circunstancias,  no acabamos de ver la salida todavía.  

El hombre, la persona, no está arrinconado     por su pasado, como ocurre en los sistemas físicos. La ley segunda de la termodinámica, predice la extinción del universo debido a su pasado, que continúa royendo, socavando su orden, incapaz de mantener su sistema bajo el paradigma de un equilibrio eterno. En el caso del hombre, éste encuentra en la religión, la posibilidad de exonerar la culpa mediante el perdón. Judas siente que su pecado no tiene remedio, no porque había entregado al "hijo de Dios" y por tanto no se considera digno de pertenecer más al grupo de los apóstoles. No es malo: su maldad lo ciega y lo aparta del bien. El considerar lo negativo de su pasado lo lleva a su propio exterminio porque ha consumido la esperanza, olvidando que el Señor mismo le había llamado. No había lugar para el perdón... porque él no lo quiso.

Esta es la estrategia para sortear el vendaval de la vida: permanecer  unidos con la cabeza, en lo bueno y en lo que no lo parece tanto. Como Dios es bueno, nada debemos temer. Estamos en buenas manos (mientras queramos estar en ellas). Podemos unirnos además a los ruegos de las almas del purgatorio, y rogar por ellas, precisamente en este mes,  pues ya están a las puertas de la felicidad. ¡Cuánto nos cuesta aceptar de corazón, con hondura, plenamente, que Dios es Padre, y su misericordia infinita!

Jesús le comentaba a santa Faustina Kowalska (1905-1938) que ni todos los santos juntos con los más grandes espíritus angélicos pueden siquiera imaginar la inmensidad de su misericordia. La brecha entre la nada del hombre y la infinitud divina sólo puede ser cubierta por el amor. Dudar de esto, sume al nombre en la desesperación. Por tanto, no está todo irremediablemente perdido, salvo que el hombre quiera encerrarse en sí mismo y ser consumido por los recuerdos negativos de su pasado.

El diablo no puede recuperarse de su mayor desorden (el pecado) para alcanzar su fin, alejado como está del amor. El "ama y haz lo que quieras" agustino, esconde un punto crucial, pues no se trata de la libertad del libertino, sino del amor, con cuya compañía  todo se encauza a su verdadero fin

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