Descifrando el mundo para saber la pregunta del Juicio final


Érase una vez... 

El último día, el día del Juicio universal, según Benedicto XVI, nos preguntarán "si hemos utilizado cuanto Dios ha puesto a nuestra disposición para satisfacer las legítimas expectativas y las necesidades de nuestros hermanos, especialmente los más pequeños y más necesitados" (31.V.2018).

Según parece, al mundo no le preocupa mucho, a pesar de los pesares, las preguntas que se ven muy lejos en el tiempo, ocupados como están en lo inmediato. Mientras, las noticias siguen siendo negativas, como su naturaleza parece exigir, y se alimentan de las acequias inmundas donde luchan las alimañas. De una parte, los periodistas exhiben a los políticos; por otra,  éstos tildan de carroñeros a aquéllos. 

Es fascinante cómo las personas casi olvidan  serlo, cuando corren detrás de un popular proponente de  la moda, o del influencer en boga. Si alguien no alcanza a tener seguidores, se suele adocenar con otros para figurar por lo menos entre quienes visten, hablan y se mueven como los cabecillas  de estos movimientos. Y si los media no les dan cobertura, para eso se inventaron las redes sociales.

Se quiere alcanzar la cima del mundo sin siquiera haber mirado una sola vez hacia las alturas para contemplar sus maravillas. El cielo mismo es una de esas maravillas, la definitiva, y todo un Dios se hizo hombre (para salvarlo) y poder disfrutar desde dentro todo el proceso de la vida humana, desde la concepción virginal en el seno de María hasta la muerte más execrable en el Calvario. Quiso vivir este mundo desde adentro, y por ello solía dar gracias al Padre, Señor del cielo y de la tierra, como él lo llamaba.

La creación entera reclama nuestra atención con su hermosura  para nuestro propio contento. Pero, al soslayar la atención debida a esta realidad, no nos extraña  ver tsunamis, terremotos y erupciones volcánicas, que se podrían interpretar como protesta por la indiferencia del hombre  ante tanta belleza o por el  maltrato causado a la naturaleza. Si distraídos como están los hombres siguiendo los embates de las modas  y su despreocupación ante el deterioro ambiental, tangible, mucho menos se ocuparán e lo intangible, del Creador de tanta maravilla

De este fracaso como "administradores" del legado divino, Benedicto XVI ofrecía consejos claros en la encíclica Spe salvi: "las mejores estructuras funcionan únicamente cuando en una comunicad existen unas convicciones vivas capaces de motivar a los hombres para una adhesión libre al ordenamiento comunitario".

No es lo mismo creer que hay un Dios, que creer en un Dios. Cuando san Pablo sacaba a relucir estas cuestiones en pueblos con orientaciones religiosas diversas, solía insistir el lo "tangible"  como medio para llega a lo "intangible", a la realidad del misterio Es decir, accedía a la idea de Dios a través de realidades palpables innegables. 

Por ejemplo, cuando les hablaba de la creación, les dejaba claro la existencia de un Dios bueno y justo, que pediría cuentas al final de la "administración" legada a los hombres. Y la gente le entendía. Tan es así, que con cierta frecuencia, le sometían a castigos bárbaros, cuando les echaba en cara sus desvíos de la "moral" natural, pues ni sus ideas y acciones no  cuadraban con ella.

Quizá el mundo de hoy tiene una idea de Dios, pero esa idea dista mucho del verdadero Creador, Padre y Redentor del hombre.




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