La derrota de los grandes...suele venir de ellos mismos


Érase una vez...

La historia de Goliat no cesa de repetirse. Ayer era el caso de un gigantesco filisteo; hoy, se cae uno de los hombres más poderosos de la tierra: Trump. 

Este gigante de la economía y de la política no se ha caído por su mala gestión; más bien, la piedra afilada que le hiere la frente y cae, está hecha de faltas de respeto a los demás y su arrogancia sin límites.

Decía bien cuando alardeaba de no pertenecer a la clase política. Carecía del más mínimo tacto a la hora de tratar a los demás. Se convirtió en un payaso popular, y los asistentes al circo le han cobrado la factura.

En este caso no ha hecho falta un David provisto de una honda y unas cuantas piedras afiladas. Su contrincante en la lucha por la presidencia de Estados Unidos, si bien alto, no da la talla del David judío de hace tres mil años. La escena de la caída de Trump se parece más a la del sueño de Nabucodonosor. Una pequeña piedra rodando desde lo alto del monte, golpea los pies de barro de la estatua de oro, bronce y hierro, y se viene al suelo toda su grandeza, y el profeta Daniel interpreta el sueño como la caída del imperio persa.

Entonces, la caída del presidente Trump puede ser un preludio de otros acontecimientos por venir de la mano de Joe Biden, un presidente electo católico, amigo de las asociaciones que promueven el aborto en el mundo.

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