La gesta de san Carlos de Borromeo: ejemplo para los obispos de hoy



Antiguo Seminario Conciliar de San Carlos en la ciudad de Zaragoza, donde estudió san Josemaría.




Nacer en un castillo, a orillas del lago Mayor, en el extremo norte de Italia, colindando con la frontera de  Suiza, ser sobrino de un Papa,  parecen extractos de un cuento de hadas.

Pero no, se trata de la vida de un hombre, que, nacido en cuna de plumas, supo cambiar el curso de la historia de su tiempo, difícil, construyendo caminos de formación y de santidad duraderos. Por ejemplo, los seminarios diocesanos, en unos días de confusión doctrinal (las corrientes luteranas y los seguidores de Zwinglio) y de relajación moral, muchos de los sacerdotes se dedicaban a la buena vida y los fieles se perdían en un mar de opiniones sobre la fe y las costumbres religiosas.

Por eso, el Concilio de Trento, presidido por su tío, el papa Pío IV, y concluido con bien gracias a la colaboración y seguimiento de Carlos de Borromeo, fue un parteaguas en la historia de la Iglesia, un tiempo nuevo después del final de la Edad Media. Sin duda, los santos y reformadores de esos días fueron sus amigos, como era el caso de san Felipe de Neri, fundador del Oratorio, para la formación de sacerdotes.

Aunque san Carlos vivió  apenas 46 años (1538-1584), fue un gran ecónomo y reformador de su diócesis, cubriendo varias veces, en una tartana o a lomos de una mula, los caminos de su diócesis y los del Sur de Suiza para atender a sus sacerdotes, un gran ejemplo digno de imitación para los obispos de hoy. Y los banqueros lo tienen como a su patrono.

Poseedor de grande recursos, vivió en la pobreza más absoluta, destinando cuanto tenía al  socorro de los pobres. Gran predicador, a pesar de su dificultad al hablar, convertía a quien le escuchaba en temas esenciales y controvertidos, y no dejaba diseminar los errores propalados a veces dentro de la misma comunidad católica.

Se ordenó a los 25 años, cuando ya era cardenal diácono, y prestó grandes servicios a los dos papas a quienes le tocó servir.

Su vida es un gran ejemplo de cuánto se puede ayudar a los demás a partir de la fidelidad a la doctrina de la Iglesia, al Papa y a la formación esmerada del clero, no exenta de trato paternal.

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