¿Verdadero o falso?, that´s the question





Madonna de las rosas. Martin Schongauer (1448-1491).







El mundo se agita por lo que han dicho y por lo dejado de decir. Dichos y contradichos. Leyenda y realidad. Noticias y fakenewsEste es el cuento de nunca acabar.

¿Por qué se está dando esta situación, con derivas de incertidumbre, inquietudes y amenazas de conflicto y guerra? La respuesta es sencilla (o quizá la pregunta no está bien formulada).

Es el relativismo, hombres necios. Ese pasearse por la realidad sin pararse siquiera un segundo a considerarla, para proponer como verdad incontestable el pensamiento, las ideas del hombre, aceptando pero para ir más adelante aún en las propuestas de René Descartes (1519-1650), enredadas en el "método" de mirarse a sí mismo (Je pense, donc je suis), ha desembocado "sin querer" en un batiburrillo de afirmaciones sin sentido, es decir, desconectadas de lo real.

Lo real es lo más preciado, es la creación. Al adentrarse el hombre en las cosas, se produce el "asombro": ¿quién puso éso ahí? Es la pregunta de admiración primera de quien vuelve a su casa y encuentra en la sala de estar un hermoso ramo de flores. A nadie se le ocurre pensar, ¿cuál habrá sido el proceso evolutivo por el cual estas flores han llegado a mi mesa? Sería la  pregunta del "quién" la espontánea apreciación de un niño al ver el ramo.

Después de observar la realidad, la razón comenzaría a indagar sobre el "quién" capaz sorprender con la presencia florida de ese bien tan bello. Pero la "presencia" per se es algo inobjetable. Y la inteligencia aceptaría lo real del hallazgo, pero no como algo "pensado".

Ocurre hoy, sin embargo, debido a ese "cada quien es libre de pensar" (irrefutable  propuesta), se quiera deducir el "derecho a la libre expresión", también irrefutable, si y solamente si, lo dicho se ajusta a la verdad de la cosa. Especialmente si lo "dicho" se disemina sin cortapisas en alguno de los muchos media disponibles.

Por respeto a los demás, tengo derecho a transmitir algo si se ha comprobado su correspondencia con los "hechos". 

Buena parte, entonces, del malestar del mundo contemporáneo se debe a ese pasar algo como si fuera verdadero, sin haber comprobado su veracidad. Como resultado, la confusión reina por doquier; da igual arre que so. Y la gente se agarra a lo tangible, dejando todo lo demás, lo espiritual, a un lado, como meras especulaciones.

Se ha vuelto a caer en las redes de la diosa Razón, incompatible con la verdadera fe, o, mejor dicho, con la fe verdadera.




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