Amar es querer conocer (Pero no se quiere lo suficiente)









No sé hasta dónde un error en  la concepción de una realidad concreta puede llevar a tergiversar la verdad de una revelación. 

Estamos considerando si el trabajo científico está relacionado de alguna manera con la teología, que es también una ciencia, la del conocimiento de Dios y nuestra relación con él. Pero la "verificación" del conocimiento difiere.

A este respecto, recuerdo una respuesta dada por el afamado profesor de Filosofía de las ciencias Mario Bunge sobre si, según su experiencia, había alguna relación entre la filosofía y la teología. Pensó un segundo, y respondió: "Tangencial. La relación es tangencial".

Dirimir este punto no es tarea fácil. Desde la Edad Media, está muy extendida la idea de no mezclar las cosas de Dios y las cosas de los hombres. De esta manera, ese concepto de  libertad tan aireado a partir de la Ilustración exigía, para poder seguir siendo "libre",
no inmiscuir las creencias personales con  los hallazgos "científicos" de las ciencias.

Hoy se ha llegado a un punto tal de separación entre la teología y las ciencias hasta el punto de convertirse  en muchos casos en un ejemplo de aversión. Se usa la plataforma de lo científico para denostar todas aquellas creencias relacionadas con la fe.

Supongamos a un científico convencido de sus ideas, hasta el punto de afirmar la identidad entre el lenguaje y sus ideas, pues cuando habla se refiere a su concepción  personal  acerca de las cosas. Como consecuencia, una persona así sostendría que  al hablar  daría a conocer a otro lo que verdaderamente piensa.  Sin embargo, se ignoraría la realidad  donde se originan los pensamientos. 

Pero si se defiende que las palabras se refieren, no a las ideas, sino a las cosas concebidas en el intelecto bajo la forma de universales, entonces hay un viraje de lo ideal a lo real, y como tanto la ciencia como la teología (como dijimos ésta también en una ciencia) usan de la palabra para construir y propalar sus razonamientos, conviene saber desde el principio si estas palabras dichas se fundamentan en la realidad o bien se deben a una "idea" personal sobre las cosas.

Pongamos por ejemplo el concepto Dios. No es lo mismo referirse con la palabra a la idea que yo tengo de Dios, o referirme a ese misma realidad expresada gracias a la palabra. 
De ahí la importancia, sobre todo en el mundo de la ciencia anglosajón comenzar a partir de una hipótesis, una idea, para pasar luego a verificarla en su materialidad.  Al operar así, el problema se vuelve inmanejable cuando la verificación debe obtenerse en una "realidad intangible". 

Como consecuencia de este proceso, o  bien se conforma la mente con la "idea" primigenia tal como se la imagina cada quien, o se rechaza de plano por no poder verificar en lo "tangible" la idea en cuestión.

Ahora bien, suele ocurrir en la "revelación" enseñada por la teología, la imposibilidad de aplicar el método de la física para comprobar sus asertos. Por ejemplo, si consideramos la noción de Dios enseñada por la teología,  como un ser increado, inmaterial, y  omnipotente creador de toda la realidad visible e invisible,  la obra creada, innecesaria para el creador, se llevaría  a cabo entonces, como en el caso del hombre,  porque su hacedor "bueno" sabía que nos iba a gustar. Así  se deduce de la enseñanza de la revelación, pero tal aserto no se puede comprobar con el método de las ciencias físicas, partiendo de una hipótesis de Dios,  una conjetura con más o meneos fundamento. Entonces, ¿cuál sería la verificación de la existencia de algo intangible?

Aquí pueden ocurrir dos cosas. La primera, el surgir del amor cuando al saber por "revelación" que el hombre es un "ser querido", no  el resultado de un suceso casual, imprevisto. El segundo aspecto a considerar, aunque suene como algo extraordinario, consiste en comprobar al final de los tiempos la verdad de lo creído como algo existente en la realidad. Sólo quienes creen, podrían verlo. Es la verificación de la fe.

De la primera instancia, surge el amor: al verse cada uno existiendo sin haber intervenido en el acto creador,  se quiere conocer naturalmente a continuación más sobre el autor de tal maravilla. Y por creer esa verdad, se espera contemplar al final lo creído en esa relación de  amor.

Entonces, sólo a partir de entonces, la palabra  podrá referirse a la verdad de ese amor descubierto en la realidad como fruto del acto de creer. No a la "idea".







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