Los hijos no son para cubrir las pensiones

En la defensa de la vida, no faltan quienes lo hacen con buenas intenciones, pero no tienen razón. 

Si duda, se debe defender la vida como el primero y más excelso de los dones recibidos por el hombre. La vida es un don, nunca un derecho.

Algunos padres de familia, cansados de esperar quizá la llegada de un hijo, recurren a cualquier medio para lograrlo. Un vientre alquilado durante nueve meses con el óvulo ya fecundado de los padres, la fecundación in vitro, o la compra en un banco de esperma de ingrediente necesitado para culminar el proceso de la fecundación. No faltan variaciones en este gran mercado alimentado por la creencia del "derecho a un hijo". En ese mercado no falta la oferta de hijos no queridos puestos a la venta del mejor postor, "concebidos" como negocio.

En ese trasiego al amparo de la libre oferta y la demanda, en un ambiente cada vez más mercantil, de ha tomado también la vida como uno más de los elementos sujetos a la especulación, precisamente en aquellos países donde el aborto campa a sus anchas, siempre disfrazado de razones humanitarias. Cuando una de estas razones humanitarias se cuela el el sistema legislativo o judicial, supone abrir una "rendija" al crimen.

Ratzinger solía decir, refiriéndose a este tema:  Cuando abrimos la puerta una "rendija", ya no se puede volver a cerrar. De hecho no se sabe de caso alguno donde la legislación haya dado marcha atrás en su carrera airada hacia el aborto.

Ahora se aducen razones sociológicas y de caída de la demografía en ciertos países, como España siempre a la cabeza de la natalidad más baja (1,3 hijos de media por mujer) entre las naciones europeas sin ganas o sin posibilidades de revertir la pauta descaminada del lograr un equilibrio con la tasa necesaria (2,1) para el reemplazo de la población.

Ahora nacen menos hijos porque incluso hay menos mujeres en edad de procrear. De esta manera, se van convirtiendo en desiertos muchas zonas donde la vida solía bullir por todas partes.

Por supuesto, ha llegado el momento donde sociólogos y economistas se ponen de acuerdo: además de evitar la proliferación de pueblos y lugares vacíos por la ausencia de vida, ahora se quiere estimular a las familias precisamente la conveniencia de tener hijos, con el fin (y aquí está el detalle) de poder pagar las pensiones de los mayores.

Es decir, se solía exhibir una razón económica para reducir la vida una familia y, debido al derecho a decidir de los progenitores, se recurría al aborto como una salida legal para muchas mujeres. Ahora, esa falsa "libertad", aunada a las razones económicas a raíz del vacío demográfico, se quiere usar para cubrir los ya de por si exiguos fondos de pensiones. 

De nuevo, se usa la vida como un accesorio para alimentar la economía de las naciones. Las razones de la vida, de los hijos, se pueden leer y  escuchar la orden divina dada al hombre para su bien desde el principio, recogida en el Génesis: "Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla". 












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