Ideología o verdad: al periódico El País (España) no le interesa la verdad sobre la Iglesia

"Amigos de la verdad", solían decirlo y casi siempre serlo, quienes ejercían el noble arte de trabajar en la prensa. Hombre.., siempre se colaba algún "felón" entre las miles de columnas publicadas en Europa (España incluida) y Estados Unidos, por citar solamente algunos de los países cuyas enseñanzas sobre este tema se consideraban indiscutibles.

Sin embargo,  nos resulta sorprendente cómo un periódico diario de la altura de El País "enseña el cobre", una y otra vez, a la hora de referirse, por ejemplo, a las cuestiones religiosas católicas y a las declaraciones oficiales de la Iglesia. Y no es por casualidad, sino por causalidad, por "ideología". Se suele invocar además, está de moda,  la "libertad de expresión", para defenderse de los comentarios  discrepantes de quienes se atreven a juzgar sus escritos. No se habla tanto de apego a la verdad.

Acaba de ocurrir. El viaje del Papa a las tierras jamás antes visitadas por un pontífice de la Iglesia católica. Noticia, por tanto, de primer nivel, entre quienes, por esas cosas de la vida, los credos y la intolerancia secular, llevan enfrentados sólo 14 siglos, desde Mahoma hasta hoy. Este ha sido el acercamiento más notable entre los representantes de las dos religiones de más calado en el mundo.

Por ejemplo, la persona enviada a cubrir el viaje del papa Francisco a Emiratos Árabes Unidos de parte de El País, Daniel Verdú,  hubiera puesto el grito en el cielo (o en el infierno) si el argumento de un personaje cualquiera (en particular si fuera de izquierdas) se cita,  pero no se le deja  respirar siquiera, pues no se completa todo lo de importancia dicho por ese tal líder político. Este es el caso de su nota "a bordo del avión papal", aparecida el miércoles 6 de febrero de ese año: se usa parte de lo dicho por el Papa para descalificarlo.

El Papa, dice el corresponsal, se refirió al problema  del maltrato a las mujeres, pues se las considera de "secunda clase" por la humanidad. Pero, el periodista de marras, ya tenía la escopeta cargada tras citar al papa Francisco. El enviado especial añade tras esta cita, lo complicado de sostener (esta afirmación) viniendo de la máxima autoridad de una institución que ha marginado sistemáticamente a las mujeres, las ha relegado a puestos de servicio e impedido su ascenso a posiciones de mando en la curia romana".

Es decir, si el Papa lo afirma, está mal; y si  calla, se hace cómplice. Basta decirle al señor Verdú, de su ignorancia supina respecto a la Iglesia y su historia y del trato a  la mujer desde hace dos mil años (desde María, su madre, pasando por la Samaritana, Marta, María Magdalena y muchas otras),  aunque traiga a colación en su nota periodística  a la señora Lucetta Scaraffia, directora del inserto mensual sobre la mujer en L'Osservatore Romano, una mujer con dos matrimonios (uno anulado) y una hija fuera de matrimonio.  Valdría la pena leerse concretamente la obra de  esta historiadora y periodista La Iglesia de las mujeres, sin olvidar la exhortación apostólica Mulieris dignitatem (1988) de san Juan Pablo II ni su Carta a las mujeres de 1995, donde el pontífice reconoce los condicionamientos puestos a la mujer a lo largo de la historia y el largo camino por recorrer.

Dispuesto a contar todo, el señor Verdú debería decir que Dios mismo es parte de la Iglesia, que se hizo hombre para salvar a todos, que funda la Iglesia a pesar del trato y de la muerte sufrida dada por los no creyentes y de acuerdo con un plan divino desde toda la eternidad. Eso es también la Iglesia, y, como sus miembros son mortales y llenos de miseria, necesita de la continua asistencia divina para ayudar a los hombres a alcanzar su fin. Esto es parte de la verdad de esa Iglesia católica tan despellejada por la prensa, con una vertiente sobrenatural relacionada con la "salvación eterna" de cada hombre. 

Querer remitir al silencio a la Iglesia Católica, por los escándalos de algunos de sus representantes, no tiene sentido. A pesar de los pesares, su "fundador" permanecerá con ella "hasta el final de los siglos", pues su verdad trascendente (a pesar de los pesares) no se puede, ni se debe,  tapar con un dedo porque es una buena noticia. Es lamentable cada uno de los hechos publicados sobre los pecados (los hay todavía) de sus sacerdotes y los demás miembros. Pero, si esto ocurre en el "árbol verde", ¿qué será en aquellas otras ramas desgajadas de su tronco?

Estamos viviendo tiempos difíciles. En ellos, la labor periodística debería ser incluso más exigente para poner los "hechos" en el contexto total de su actuar incesante. Más esperanza, sin omitir la caridad



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