La inquietud por la libertad






Femme-au-soleil, Julian Dupre (1851-1910)




Los hombres de nuestro tiempo andan inquietos. Es fácil entonces alimentar el deseo de tranquilidad. Los expertos del marketing conocen bien de esta situación y proponen en la publicidad las soluciones pertinentes al caso.

Para empezar, se destierra la palabra inquietud. Sólo con oírla se incrementa el estado de ansiedad. Es mejor tomar un concepto más chic, sobre todo si viene del inglés. Y así tenemos la palabra stress. De esta manera, se destierra el origen del desasosiego, y por tanto, no se analizan sus verdaderas causas. 

Para este siempre ayuda el refuerzo de un profesional de la psique. Al no tener un concepto claro del padecimiento, se queda atrapado en la "idea" de esa inquietud sufrida, cuyo significado puede ser lo que a cada uno le parece bien. Entonces, quien le aconseja, profesionalmente o no, si no le encara al sufrido sujeto con ir descubriendo la realidad de su congoja, se verá pronto atrapado en los tentáculos de ese pensamiento abstracto pidiéndole urgentemente algún remedio para sus molestias. 

Cuando quien escucha a esta persona hablar de sus inquietudes, surgen con frecuencia dos remedios inmediatos: uno, tomar un calmante; dos, cesar en la actividad del día con día e irse a una playa para relajarse

Desde luego, la acción de los calmantes, si son efectivos, sumen a quien los consume en una especie de letargo más o menos prolongado, donde se instala en el reino de la inconsciencia. Puede suceder, ocurre con cierta frecuencia, el ir adquiriendo el hábito de ese consumo, porque, efectivamente, cuando se entra en los reinos de Morfeo, no se siente nada más. Pero, no suele este remedio atacar las causas del malestar, si bien, a veces, conviene someterse por un período calculado a este tratamiento oscilatorio entre la inducción a la somnolencia y efecto analgésico para remitir cualquier tipo de dolor.

El segundo remedio, añadido al anterior cuando el inquieto puede permitírselo, dirigido a suspender por un plazo indeterminado las penurias infligidas por la dedicación quizá desmedida al  trabajo diario, puede calmar momentáneamente las demandas exigidas por las tareas; sin embargo, si bien el descanso oportuno puede incluso ser una obligación de una persona dedicada a un trabajo serio con el fin de reparar fuerzas en el ejercicio de otras actividades menos demandantes, esa interrupción podría esconder en la inquietud permanente otros problemas más velados. 

En el fondo, la persona trata de recuperar la libertad de su espíritu. Por lo general, el distraerse con otros remedios no ayuda a encontrar las causas. En el fondo, se precisa, eso sí, de un mínimo de silencio para indagar esa realidad inquietante. Entonces, sin tapujos ni paños calientes, se debe afrontar la causa del desamor, capaz de inducir el desánimo y la inquietud

Como el hombre está hecho para amar, a sí mismo, a los demás, a las cosas y a su creador, al faltar esa relación con las realidades de su entorno, el alma se inquieta porque no va a ninguna parte. Se cansa de caminar, dando pasos sin sentido. Quiere ser "libre" y por eso camina: así se justifica delante de sí mismo y ante los demás.

Pero la libertad no consiste en moverse sin ton ni son, o transitar con el apoyo de ansiolíticos. Se trata de amar queriendo cada uno de los pasos dados encaminados a un fin. Ese fin está marcado desde siempre, y el corazón se inquieta mientras no llega el momento de tomar una decisión. Luego, suele venir la calma.


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