Vacaciones: playas abarrotadas; ¿y el necesario silencio?



Junto a un rincón de playa veraniega.


El mundo anda de cabeza. Los media así lo presentan día con día. Como consecuencia, algunos, muchos, así lo perciben. Quizá porque su situación personal, su conciencia, están embotados. Casi ni respirar se puede. Se debe busca un respiro.

La conducta de muchos consiste alrededor de estos días, en satisfacer sus deseos del corazón. Playa, tostarse al sol junto a miles más, comer, beber, alargar el día hasta bien entrada la noche, para volver a empezar al día siguiente. Pero el respiro demandado por la conciencia no surge en esas concentraciones. La persona en esas condiciones, busca reposo, si bien es imposible ese descanso para el alma en esas condiciones,

Decir algo contrario a esta tendencia tan extendida, sonaría a la demencia de un aguafiestas. Pero el gran maestro y doctor de la Iglesia, san Juan de la  Cruz, nos avisa contra ese desmayo de la voluntad a la hora de hacer el bien querido, porque exige la perfección, al percibir  sus apariencias de imposible. Nos lo dice así:

               "...por no tener ánimo para acabar con algún gustillo, asimiento, o afición, que todo es uno nunca irá                     irán adelante, ni llegarán al puerto de la perfección, que no estaba en más que en dar un buen                             vuelo  y acabar de quebrar aquel hilo de asimiento, o quitar aquella pegada rémora de  apetito".                             (Subida al Monte Carmelo, I, XI).

Ante la imposibilidad del hombre de alcanzar la perfección exigida ("Sed perfectos com mi Padre Celestial es perfecto", Mt. 5, 48), puede cundir el desánimo, porque, efectivamente, la salvación es imposible para el hombre, pero, "para Dios no hay imposibles"  (Lc. 1, 37). Es decir, Dios ha creado al hombre para ser su Salvador. De esta manera muestra su amor, al darnos lo imposible sin merecerlo.

Y como "amor con amor se paga", se debe buscar la manera de estar junto a quien nos ha conquistado el fin de la libertad, tantas veces perdido desde el Paraíso. El ser feliz no es cuestión de playas, sino de unión con el amor, y se logra en la intimidad, en el trato personal, en el silencio, lejos de las aglomeraciones.

En fin, no se pretende con estas ideas ser un "aguafiestas", sino poner en la palestra algunas de esas verdades, silenciadas a veces, lejos del ruido. Sin duda, también en las playas se podría alcanzar esa tranquilidad el espíritu y reflexionar esas nociones aptas para conducirnos hacia esa felicidad tantas veces deseada. Pero, es más difícil.










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