Goliardos (y la esperanza)

Se dice goliardo del clérigo que llevaba vida irregular.

Esta realidad nos afecta a todos. Al papa Juan Pablo II le preguntaron cuántos trabajaban en el Vaticano, y contestó: Aproximadamente la mitad.

Rezar por los sacerdotes...¡más! Algunos disfrutan escuchando y leyendo noticias sobre el comportamiento de algunos sacerdotes. Pero la gran noticia se esconde detrás de tales tropelías. Nadie, según parece,  ha dejado la Iglesia ni de practicar su fe a causa de estos lamentables incidentes.

La causa del decremento de la  no asistencia a los servicios religiosos de una parte de los fieles se debe al silencio sobre lo esencial de la fe y de la tradición cristiana. Se pierde, al obrar así, la credibilidad de la predicación y cunde el abandono. En algunos seminarios se estudia más a Kant, y se descuida a santo Tomás de Aquino. 

En fin, estas omisiones y descuidos dan fruto, como la cizaña. Se enreda en las espigas de trigo bueno y amenazan con asfixiarlas. Pero se debe esperar hasta el final del verano, en el tiempo de la siega, para separar el trigo y la cizaña y no arrancar antes de tiempo el bueno fruto. El sembrador del mal anda suelto. Su vitalidad es enorme. Pero no prevalecerán sus intentos de acabar con la fe de los justos, aunque su presencia en el mundo parezca extinguirse.

Sin duda hay perros mudos.  Los hay, y Cristóbal Colón se asombraba al encontrar a esos perros en el descubrimiento de América: algunos perros saludaban con gruñidos, pero no sabían ladrar. En la actualidad, esos perros mudos se han reproducido por doquier.

Perseverar hasta el final, eso hace la diferencia. Solo es difícil. Pero podemos acudir hoy, fiesta solemne de quien, en cuerpo y alma, fue asunta al cielo: nuestra Madre María. Es la esperanza nuestra.

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