Relaciones congeladas: en los matrimonios y entre coreanos

¿Cómo, una relación entre hombres, social por naturaleza, acaba congelándose "como el propio invierno"?, por usar las mismas palabras de Ri Song-won, jefe de la delegación coreana en el diálogo sobre los Juegos Olímpicos de Invierno en el Sur de Corea.

Este proceso se puede observar en el seno de las familias y en la distancia entre un mismo pueblo, el coreano, separados hoy por la geografía y por las posturas ideológicas. En ambos casos, las diferencias pueden ir hasta causar la muerte del otro.

Mientras en el matrimonio sacramental se da la unión más íntima posible, el una caro (una sola carne), en el pueblo coreano se da, además de la etnia común, un pasado histórico marcado por la piedad, ese respeto ancestral por sus mayores, tan conservado en algunos de los  países orientales.

Este año se nos viene encima la protesta generalizada, con ocasión y sin ella, de algunas mujeres dispuestas a alzar la voz en contra de los abusos sufridos por ellas desde siempre. Sopesar cada caso requiere de la prudencia necesaria si no queremos abrir una brecha más, costosísima, en las relaciones humanas.

A la hora de proporcionar estadísticas sobre las relaciones matrimoniales, no se sabe, a ciencia cierta, quiénes están casados por la Iglesia y quiénes viven en unión libre o casados por lo civil. Todo se engloba en ese término neutro nacido de las Naciones Unidas, pareja. Se trata de sobreseer las diferencias entre los diferentes tipos de vínculos existentes. Nos da la impresión todavía del impacto positivo (aunque no sea siempre ejemplar) de las uniones religiosas, en donde los cónyuges se comprometen a "amarse y respetarse" siempre, hasta el final de sus vidas, y a estar dispuestos a recibir los hijos queridos por Dios.

Esa promesa de por vida todavía pesa. Si bien las estadísticas no son la solución de los problemas, en este caso, no podría orientar en donde se dan vínculos más perdurables, y en donde nacen más los hijos, sobre todo en estos países donde el llamado "invierno demográfico" cada vez está, como decía Ri Song-won, más "congelado", con todas las consecuencias traídas consigo, no sólo para la relación entre los cónyuges, sino también para el progreso social y las tan mencionadas retribuciones a quienes ya se han jubilado del trabajo profesional.

Hay que volver a dar valor a la palabra, al compromiso, al honor de quienes tratan de lograr el fin para el que fueron creados. Si se va logrando, nos va a ir mejor a todos, aunque no crean en ser creaturas con un fin específico, honorable.

En el fondo, todo se reduce a esos versos de la santa y poeta de Castilla: Teresa de Ávila: "Y tan alta vida espero, que muero porque no muero". Strive for honor, vale la pena.




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