Primero es la vida; luego se forma la sociedad







¿Puede el diálogo  sustituir a la misión? La pregunta se debe a Ratzinger. 

Dios envió a su hijo a la tierra, con una misión específica: salvar a los hombres con su encarnación, muerte y resurrección. Concluida esta misión, dio un mandato a sus apóstoles, columnas de la Iglesia por él fundada: "Id por todo el mundo" y contad esta "buena noticia" a "todos los hombres". 

Lo que los hombres, entonces, no podemos hacer, es cambiar el discurso en pos de lograr el diálogo. Así nos lo recuerda el Papa emérito en un discurso dado  en su nombre en la Universidad Urbaniana, el 23 de octubre de 2014:

"Se presupone que la auténtica verdad de Dios, en un último análisis es alcanzable y que en su mayoría se pueda hacer presente lo que no se puede explicar con las palabras y la variedad de los símbolos. Esta renuncia a la verdad parece real y útil para la paz entre las religiones del mundo. Y aún así sigue siendo letal para la fe".


La "transmisión de la fe" en toda su integridad, a pesar de las dificultades encontradas, muchas veces entre quienes ostentan cargos públicos de primer nivel, como sería el caso del primer ministro canadiense Justin Trudeau, quien no pudo contener las lágrimas ante la muerte del cantante Gord Downie, favorece el aborto, acosa a quienes no piensan así diciéndoles: "No están  en línea con la sociedad", y después va a recibir la Comunión en el 375º aniversario de la fundación de Montreal (17. V. 2017), quizá desoyendo las recomendaciones del entonces Papa Ratzinger en su día a los obispos norteamericanos:

“Respecto del grave pecado del aborto o la eutanasia, cuando la cooperación formal de una persona es manifiesta (entendida, en el caso de un político católico, como hacer campaña y votar sistemáticamente por leyes permisivas de aborto y eutanasia), su párroco debería reunirse con él, instruirlo respecto de las enseñanzas de la Iglesia, informándole que no debe presentarse a la Sagrada Comunión hasta que lleve a término la situación objetiva de pecado, y advirtiéndole que de otra manera se le negará la Eucaristía”.


Asimismo, en España, todas las facciones de gobierno, han pasado por alto las advertencias graves  para quienes no respeten la vida en toda su trayectoria, desde la concepción hasta la muerte natural de la persona. La vida  es siempre un regalo de Dios, que da cuando quiere, y su manipulación entraña además de una desobediencia y desprecio, el más horrendo de los crímenes. 

Ahora sabemos por el Instituto de Política Familiar (IPF) español, una organización pro-vida, los datos de  una investigación donde se  denunciaba lo siguiente: entre 1895 y 2015 se produjeron 2.103.430 abortos en España. Según las cifras actuales, se cometen al día más de 255 abortos, y alguna de las mujeres van ya por su sexto aborto, tomándolo como una especie de anticonceptivo. Anualmente, se contabilizan más de 93 mil abortos.

Con este ritmo, no es posible una sociedad. Se horadan sus fundamentos al atentar contra la vida, el sexo se convierte en un acto de placer (con todas las consecuencias de esta reducción al absurdo, donde cualquier cosa puede ocurrir como ahora reclaman las feministas), el mantenimiento de la sociedad deja de ser posible (los mayores se convierten en una carga insostenible), y ante la falta de empuje y  creatividad el crecimiento en todos los órdenes se estanca.

El mayor retroceso se produce en el orden moral, necesario para la transmisión de las costumbres, la educación y el logro del fin propio del hombre. Países tan adelantados en lo material como Canadá, con extensiones de tierra completamente vacías, han olvidado estos principios grabados a fuego en el corazón de todo hombre venido a este mundo.

No, el diálogo, por muy democrático que fuera, nunca puede sustituir las propuestas de la fe, señor Trudeau (y otras tantas autoridades políticas españolas y de otros países).

Diversidad no es un concepto que se quiera ajustar a la realidad, aunque dé para mucho diálogo;  la verdad sí lo es. Debemos dar el salto de la sociedad del conocimiento a la de la sabiduría. Esta es la educación requerida por nuestros jóvenes, abierta para recibir su misión.

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