Pensar en el surco de los primeros años del cristianismo y en el fin de los tiempos.

Podemos leer, no sin añoranza, cómo las grandes religiones de ayer, van mermando en su número de fieles. Por ejemplo, la Iglesia Anglicana en Gran Bretaña, se ha reducido en "cientos de miles" (50%) en apenas  dos décadas.

¿Qué significa  esto? Se confirma el dictum: "Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado" (Mt 12, 25). Veamos.

Tanto en los comienzos del cristianismo como hoy, la Iglesia vive en medio de una cultura adversa independiente de sus valores, secular, sin la visión de un horizonte abierto a la trascendencia. Mientras la vocación de la Iglesia es la apertura a todas las gentes, a todas las actividades nobles del hombre, advertimos en nuestro tiempo una cerrazón articulada en los espacios del arte, de la ciencia, del humanismo, de las letras. Se quiere la paz, pero se fomenta cada vez más la guerra mediante la fabricación y venta de armas letales, capaces de poner fin a amplias zonas de  este mundo.

Cada vez son mayores las trabas para aunar la existencia del hombre con la única realidad que nos permite la unidad, mediante la llamada a un Padre común, nuestro.

En Inglaterra, Gran Bretaña, la división religiosa ha sido una constante desde el siglo XVI. La división causada por la lujuria del rey Enrique VIII, no ha cicatrizado nunca, y se ha extendido a las guerras en Irlanda hasta el siglo XX. Hoy esta crisis se acentúa con la división social y política  a causa del Brexit, no sólo entre  británicos sino también entre ellos y el resto de Europa. Además,  la disposición de la Iglesia anglicana a contemporizar con algunas "agendas" actuales relativas a la ordenación de la mujer, las uniones homosexuales y la admisión al sacerdocio de homosexuales declarados ha contribuido a  decepción de muchos en su fe.

Como consecuencia, los jóvenes, al no ver en sus mayores la paciencia de la fe, emprenden caminos hacia el agnosticismo, y, por ejemplo,  sólo un 3% se considera "anglicano". Queda lejos la llamada a la perseverancia como camino seguro para salvar las almas (Mc 21, 19). Y se desborda la  iniquidad, hiriendo así la caridad de muchos (Mt 24, 12), no sólo en las Islas Británicas, sino en todo el mundo Occidental. El caso más próximo queda explícito en las amenazas recientes de Korea del Norte a la comunidad internacional y la postura intransigente de Estados Unidos sin un diálogo posible.

De esta manera, se trata de salirse cada quien con la suya, y no de "hacer la voluntad del Padre" para llegar a ser uno con él (Cf  12, 50). La insistencia en este clima de amenazas "nucleares" remite a muchos a pensar en la venida de  "una tribulación, como no la hubo igual desde el principio de la creación que hizo Dios hasta ahora, ni la habrá" (Mc 13,  19).

Pero, por supuesto, nada sabemos respecto al "día ni la hora" de estos acontecimientos precursores del "final de los tiempos" y no conviene enredarse en un futurismo que desestime el estar siempre preparado, precisamente por desconocerse el tiempo preciso de estos anuncios. Sin embargo, estos indicadores sumados a esa anunciada recesión de la fe (Lc 18, 8) en aquellos continentes en donde su identidad se consolidaba en torno a las creencias y valores de raíces cristianas, no dejan lugar para el optimismo.

Se acaba la paciencia de muchos de quienes hacen cabeza en determinar el orden mundial. Este síntoma no contribuye a encontrar los caminos de la esperanza a la hora de encontrar en el "diálogo" conducente a la paz.  Esa paz presente en los primeros siglos del cristianismo, aun en medio de persecuciones sin cuento.

El mundo nunca se sale de las manos de Dios, aunque parezca que se ha extinguido la fe sobre la tierra.

(Adjuntamos el informe sobre el estado de la religión anglicana, de reciente aparición).

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La religión anglicana se derrumba en Gran Bretaña















El número de anglicanos en Gran Bretaña ha disminuido un 50 por ciento en menos de dos décadas, según las cifras publicadas hoy.

(InfoCatólica) Los últimos datos de la encuesta de actitudes sociales británicas sobre la religión muestran que el número de personas en Gran Bretaña que se describen como sin religión está también en su nivel más alto de la historia. Concretamente el 53 por ciento de los británicos afirman no tener religión, cinco puntos más que en 2015. En 1983 el porcentaje era del 31 por ciento.
A día de hoy, apenas un 15 por ciento de británicos afirman ser anglicanos. La situación es especialmente crítica entre el sector más joven de la población. Entre los jóvenes de 18 a 24 años, solo un 3 por ciento se considera anglicano, en contraste con el 40 por ciento de aquellos mayores de 75 años de edad.
Se da además la circunstancia de que ni siquiera los que se consideran anglicanos acuden habitualmente a sus templos. No llega a un millón los británicos anglicanos que acuden a sus cultos dominicales.
Por el contrario, la Iglesia Católica en Gran Bretaña se mantiene relativamente estable. La proporción de personas que se describen como católicas se ha mantenidoen torno a un diez por ciento en los últimos 30 años.
Si la tendencia continua, en breves años habrá más católicos que anglicanos en el país.

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