La televisión os hará libres. ¿Con programas como "El hormiguero"?

El hombre intenta por muchos medios,  salirse con la suya para tratar de ser él mismo, sin depender de nadie. Es la misma tentación del Paraíso. Nada nuevo bajo el sol.

Al intentar este juego, se da pie al robustecimiento del nihilismo, es decir, a la pérdida del sentido de la vida. ¿Cómo puede ser esto?

El hombre es un ser en relación. Creado para conjugar el nosotros, donde se forja la identidad personal y la noción real de pertenencia.

Al salirse de la relación se rompe con algo esencial. La realidad nos desborda. Es mucho para uno solo. Además, es fácil dejar algo fuera cuando se anda solo. Descubrir es completar la realidad, y el descubrimiento es siempre fuente de alegría.

Al quedarse solo, al romper la relación, se cae entonces en un "déficit existencial", apartado del camino de la libertad buscada.

Llevamos siglos hablando de libertad, y en todos los rincones se suspira por ella, sin encontrarla. Incapaces de aprender de la experiencia, vieja experiencia desde el principio de la andadura del hombre sobre la tierra, al adentrarse en sendas con el adjetivo de nuevo, se produce un deslumbramiento por ese afán de novedades anunciado ya en las cartas de san Pablo.

Pero el efecto producido es contrario a lo esperado: al seguir la llamada de esa luz encandiladora, se adentra el hombre en una cueva sin salida y, con cada paso dado, la "desesperanza va en aumento", como se anuncia en la Divina Comedia al llegar a los linderos infernales.

Siguen seduciendo, sin duda, los destellos de lo nuevo, y los padres guardan silencio ante los caminos emprendidos por los hijos. El silencio equivale a romper el vínculo de la filiación con los hijos, y ningún padre tiene derecho alguno para guardarlo. Por ley natural debe hablar sobre las verdades de la vida. No se restringe libertad alguna al considerar los peligros de emprender ciertos caminos.

Hoy tenemos suficiente experiencia como para, sin ambages, tocar los temas enredados en las telarañas de la cultura. No podemos dejar de advertir sobre los cantos de sirena en el viaje a Ítaca. Las sirenas hubieran devorado a Ulises de no haberse atado al mástil de su embarcación para evitar la atracción fatal de sus atractivas melodías.

Implorar la libertad en estos casos es, por lo menos, una gran insensatez, aunque con desparpajo lo defiendan quienes viven sumidos en ideologías, donde la verdad del hombre desaparece de escena. La popularidad del programa español de televisión El hormiguero es una buena prueba de "perversión" continua en cada una de sus presentaciones, tanto en la vulgaridad del lenguaje empleado como en el recurso fácil a los temas, sin importar el tema, sexuales, una y otra vez. Jamás se dignifica la persona, la familia, la fidelidad, la altura de miras, la trascendencia.

Nunca ha llegado tan lejos la expresión de lo vulgar en la televisión pública. Y no basta decir, "si no le gusta, cambie de canal". Lo que es vulgar lo es aunque no haya un solo televidente. Y no existe el derecho a expresarse así.

El oído y la vista, piezas clave de este juego ético.



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