Los problemas de este siglo, irresolubles: el hombre usa sólo la mitad de sí

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Cuando el espíritu del hombre, no sólo la razón, no quiere saber de su fin propio, el sentido desaparece de la escena, y se quiebra la razón de la esperanza.







Si se concentra uno en los problemas del siglo y, además, tiene buena cabeza, nos da una figura parecida a la de Mario Vargas Llosa. No se puede resolver el todo usando solamente la mitad de sí.


Los brillantes análisis publicados del Nobel peruano en la prensa diaria, al alcance de cualquiera, nos sitúan en los límites de la cordura, allí donde la razón, con empeño, puede enseñarnos de nuevo el camino de la libertad y de la cultura.

Vargas se sorprende al ver el triunfo de Trump en Estados Unidos y la ruta "decadente" tomada con el Brexit en Gran Bretaña y otros "nacionalismos" ---así los llama--- en Europa, cuna de progreso desde hace más de tres siglos. 


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La ciencia y la economía no acaban de remediar, con la ayuda de los políticos, las miserias materiales de este mundo. La Iglesia Católica es la institución con más dispensarios de ayuda en el mundo, quizá más de 80 mil.

Si se comprime este tiempo, con maestría, se ve cómo la razón, libre de ataduras religiosas, se ocupa de los problemas de los siglos XVII y XVIII, pero se deja en el tintero, para empezar, el carácter "nacional" de las propuestas alemanas, y las de Locke y Voltaire en Inglaterra y Francia por muy globales que fueran sus miras.

Nuestro admirado  Vargas Llosa quizá ha pasado por alto que el gran desarrollo de las "viejas" naciones, Inglaterra como ejemplo, se debió a esa mentalidad práctica de saber imbuir de aspectos liberales el conservadurismo y  de contagiar de tradición la corriente liberal. 

Esto dista mucho de la visión actual de algunos intelectuales de tildar de retrógrados los puntos de vista anclados en la tradición, pues supone ceder la vanguardia a un "pasado irrecuperable". Sí, pero el pasado se puede recuperar sin tanto aspaviento en aspectos puntuales de la guarda de valores tradicionales, sin cerrarse, por supuesto a los avances buenos conocidos de la ciencia.

Por ejemplo, abandonar la fe en Dios, la inmortalidad, en nombre del "progreso", nos deja totalmente a oscuras, sin más asidero que el de un "futuro" promisorio en manos de un sabio o de un político. El cardenal africano de Guinea Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos,  ha escrito un libro Dios o nada, donde reta con la razón, apoyada en la Revelación, las quimeras de una libertad ayuna de la divinidad.

El cardenal Sarah deja claro: para los cristianos la Eucaristía es la vida.

Nadie desea volver a los tiempos del "absolutismo", y no se cae en él cuando se acepta la realidad de Dios y la fe en él. Al contrario, al ignorar esta visión (realista) se abre un gran vacío lleno de incertidumbre, llena de miedos, parecidos a los sentidos por algunos  ante el advenimiento de la era Trump. 

En cualquiera de estas situaciones, de ayer y de hoy, la diferencia estriba en el diálogo sincero y con respeto. No se trata de elegir esto o lo otro. Las cosas no funcionan así, al menos, las cosas de la vida. Pero resulta peor cuando la propuesta no admite alternativas: "contra esto y contra lo otro", como acabó siendo el tono de la Ilustración en la Francia revolucionaria.

En fin, cuando uno piensa en el "modernismo", prolongado al mundo de hoy, el mundo no se vuelve ipso facto más justo o menos "provinciano". El problema reside en que las propuestas de la tecnología y del progreso son cuantitativamente posibles y seguramente beneficiosas para algunos, si y solamente si, la educación de la libertad, pudiera correr con la misma presteza.

Pero, mis queridos amigos, no es así. La libertad es discontinua. Se agota al término de cada acción. Si bien puede la voluntad salir reforzada después de cada unos de esos actos buenos realizados, y hacerse más virtuosa, sin embargo, la paciencia en la lucha por perseverar en el camino justo, no nos la da la tecnología. Por el contrario, deberemos siempre "mirar atrás", no con gesto nostálgico, sino para aprender de los yerros cometidos y enderezar el rumbo en la próxima contienda.

Debemos considerar si acaso la tecnología y sus avances no nos ha quitado la costumbre (del pasado, claro) de reflexionar antes de realizar ese acto concreto ayudado por el social media de turno. 

No estamos suprimiendo la razón, la estamos reclamando para resolver algunos de los problemas de este siglo, entre los que se encuentra la falta de fe, señor Vargas Llosa.





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