¿Cisma en la Iglesia?: Es el Romano Pontífice quien confirma en la fe a sus hermanos; no al revés


Los cardenales Raymond Burke (USA), Walter Brandmüller y Joaquin Meisner (Alemania), y Carlo Caffarra, tercero por la izquierda (Italia), cuestionan al Papa sobre la Exhortación Apostólica Amoris laetitia. 




La voz cisma  se define como "el rechazo a la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos" (CIC 2089).

En esa definición se puede apreciar la grandeza de la obediencia. Este término viene ob-audire, de escuchar. La clave la pertenencia a la Iglesia se encierra en esta pequeña fórmula: obedecer, y no se puede obedecer si no se escucha. Jesús escuchaba y nunca dejó de contestar ninguna de las preguntas que le dirigieron en público, sobre asuntos realmente controvertidos, como el divorcio, por ejemplo.

Esa insistencia se marca con claridad, en las llamadas de Dios al pueblo de Israel, antes de darles un mandato: Shema!, escucha.

Estamos atravesando un momento peculiar en la historia. Las nuevas tecnologías y su deriva en las redes sociales han ido creando un mundo en donde nadie escucha a nadie. Yo hablo con quien quiero en la red, y suelen estar de acuerdo conmigo en todo lo que digo, y viceversa.

No queda, por tanto, tiempo para la escucha. Para cada quien, la torre más alta es la de su pueblo. Al Papa, quien sea, lo escucharemos, si acaso,  cuando hable ex cathedra. Sobre lo demás, se puede opinar.

De hecho, se puede opinar siempre. Pero los vínculos con la Iglesia, y con quien es la cabeza visible de Cristo en la tierra, se centran en la verdad pues en ella se encuentra la salvación, un estrecho sendero que conduce a la unidad de todos los cristianos. El cristiano se somete, no por los contenidos de las verdades reveladas, sino por la autoridad de quien revela. Y este acto es voluntario, no impuesto.

El árbol del conocimiento del bien y del mal sigue seduciendo al hombre, no importa su encumbramiento en la esfera social o eclesiástica.  El episcopado  sin duda participa de la infalibilidad de la Iglesia, cuando ejerce el magisterio en comunión  con el sucesor de Pedro.  Los límites están ahí. Desobedecer consiste en cruzar ese límite que las normas de la creación y la ley moral nos marcan.

La asistencia divina no se refiere exclusivamente cuando proponen algo con una definición infalible. También la asistencia divina se da el el magisterio ordinario de una enseñanza que conduce a una mejor  inteligencia de la Revelación en materia de fe o de costumbres. A estos pronunciamientos se deben adherir los fieles con espíritu de "obediencia religiosa", una prolongación del "asentimiento de la fe".

Es el Romano Pontífice quien confirma en la fe a sus hermanos, y no al revés. Por eso, uno no se equivoca obedeciendo.  Pero el silencio no ayuda a esclarecer las dudas, cuando son genuinas, y los "hermanos" esperan una "confirmación".

(Las aclaraciones pedidas por los cuatro cardenales citados arriba se contestan de alguna manera en la reciente Carta apostólica de Francisco Misericordia et misera).



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