La "opción marciana" en las elecciones USA: ojo al realismo de Trump

El progreso consiste hoy día en subsistir, piensa la Clinton ante la derrota electoral.

Se ha querido ver a Trump como una amenaza para la sociedad norteamericana y para el mundo. Pero esta idea es muy simple si trata de resolver con ella la complejidad de los problemas actuales. Al contrario: la realidad es tozuda, y cuando las ideas no nacen de la realidad, acaban evaporándose, si bien en el camino, pueden arrastrar a los que viven, sabiéndolo o no, del cuento o del engaño.

El discurso ideológico de la Clinton, una mujer surgida de la política, tocó todas las teclas del piano en sus alocuciones, pero pasó por alto, embelesada como estaba con los acordes arrancados a su teclado, precisamente, la tecla de la realidad.

La realidad consistía en las necesidades básicas  de esos hombres y mujeres de Estados Unidos, que ya no podían seguir soñando porque habían perdido la esperanza de salir adelante en las luchas de cada día, con el esfuerzo de su trabajo, no con los bonos y ayudas insuficientes dados por el Estado. 

Estas son las personas con cuyo voto auparon a Trump a la presidencia del país.

No se trata aquí de hacer leña del árbol caído. Pueden revisar, si así lo desean, varios posts publicados en este blog, donde ya se advertía de la debacle, ahora visible, de las elecciones norteamericanas.

Tratamos de alertar sobre la conveniencia de partir siempre del principio de realidad a la hora de enjuiciar los problemas. Cuando no ocurre así, empiezan a crecer las amenazas porque se sustituye la realidad con las ideologías. Ideas brillantes, si se quiere, como las tenía Descartes, pero nacidas de su pensar, no de la realidad. 

Las amenazas han ido creciendo para el hombre y para la humanidad, conforme aumenta la pulsión tecnológica. Pero no se debe esta inseguridad a una deficiencia técnica, sino a una falta de un crecimiento paralelo de la moral, de lo que es bueno y malo, de lo conveniente para el hombre, como ser humano libre.

Si no, la libertad se queda a ciegas. Más aún, la libertad queda soterrada ante el embate del poder económico, capaz de reducir las múltiples facetas del hombre a la sola dimensión material. Eso es el error (y el horror), no de la tecnología, sino de ese hombre postergado, a quien se le ha arrancado la fe en su propio fin.

Hemos conseguido suprimir la fe en el fin del hombre. Y la ansiedad producida por esta carencia fundamental, se trata de paliar con una inversión extraordinaria en una fuerza venida desde fuera (como la fe), pero ajena a la sustancia individual del hombre y creada por él. De esta manera, sin duda, conseguiremos un avance natural sin precedentes en lo material, por ejemplo, en la posibilidad de viajar a Marte y vivir en tiendas de campaña, como los nómadas de antaño, con pocas o ninguna posibilidad de regreso.

Sin embargo, el hombre, por mucho que nos empeñemos, no se puede reducir a los aspectos materiales de la vida, necesarios, aunque se acostumbre a vivir de esa manera. Sería una opción marciana, con pocas posibilidades de regreso a lo que verdaderamente es el hombre, ya casi  agotadas. A base de no cultivarlas, las garantías de futuro se van extinguiendo. 

Ojalá la apuesta de Trump se concrete en el hombre de verdad, de carne y hueso, que necesita de un trabajo para que, con su fruto, el pueda cumplir su fin, además de sacar adelante a los suyos, su familia.

Sin trabajo (esta es la "tecla" tocada por Trump) se acaba la dignidad, y recurrir a una "opción marciana" por muy bien que suene, es  una locura fuera de tiempo que no da garantía alguna de futuro.

Esperemos que Trump sepa caminar haciendo justicia a la realidad del hombre en sus políticas.





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