¿La causa de tanto refugiado en Europa?: Las cigüeñas en paro


¿De dónde viene la vida? Los sabios expertos en este campo, los biólogos, no sabrían responder. Pero al mirar este mapa vemos que la vida viene del Sur.







Los refugiados en Europa, provenientes, de tantos rincones del mundo, especialmente del continente africano, de Oriente Medio y de Asia no cesan de arribar, siempre por medios precarios, a la vieja Europa.

Los emigrantes de hoy escapan de unos países asediados por la guerra, el hambre, la falta de oportunidades, las enfermedades y las plagas, pero siempre atraídos por la esperanza de una vida mejor. No viajan al sur de África o a las grandes extensiones de Asia. 

Se internan en una Europa donde las comodidades y el trabajo se perciben como al alcance de cualquiera que llega. Una especie de paraíso, comparado don las regiones de procedencia. También dan por hecho que los europeos, al verlos desposeídos hasta de lo más indispensable, les abrirán sus puertas.

La realidad, sin embargo, dista un poco de esa visión ideal, si bien su visión se alimenta de historias transmitidas por sus iguales, muchos de ellos residentes en varias naciones europeas.  Por ejemplo, Alemania alberga desde hace décadas a 5 millones de turcos. Ocurre lo mismo en Francia, donde el final de la guerra de Argelia abrió el camino a millones de personas procedentes del norte de África. Otro tanto podríamos decir de otros países europeos, que ahora, sin embargo,  se resisten a admitir a la incesante marea de refugiados en sus respectivos países.

Otra realidad, no siempre clara incluso para los mismos habitantes de Europa, consiste en usar el nombre antiguo de Europa, concebido como unidad de países, pero vemos a cada paso, como le gustaba decir al General De Gaulle, presidente de Francia hasta 1969, la "Europa de las patrias". Esta visión era partidaria de conseguir una mayor unidad entre los países miembros, sin que nadie de otro país, les impusiera nada. Lo vemos ahora claramente con la Gran Bretaña, que votará en junio si seguirá o no unida a Europa. También se percibe una manera diversa de interpretar y aplicar los acuerdos emanados de la Comunidad Europea, que siempre se consultan en cada uno de los países asociados.

Entonces, a la hora de admitir a refugiados en los países de la Unión Europea, una idea loable en principio, cada país ha optado por políticas disímiles,  pesar de las recomendaciones del Parlamento europeo.

Angela Merkel, presidenta de Alemania, ha encontrado una tenaz resistencia a su apertura hacia los emigrantes, con sus llamadas a la solidaridad internacional. Inglaterra vigila sus fronteras para que nadie ilegal se interne al país, a pesar de su pasado relativamente abierto a los pueblos británicos ---no ingleses--- pertenecientes a la Commonwealth, hoy en franca decadencia. 

Los últimos ataques a la seguridad de Francia y de Bélgica han encendido más las mechas radicales de los nacionalistas, opuestos a la apertura de sus países a la inmigración. Esta postura se contagia y se expande al comprobar que millones de sus ciudadanos carecen de empleo, por una parte; por otra, los hijos de emigrantes nacidos en el país no acaban de integrarse en la cultura y han participado en muchos de los atentados sufridos recientemente. 

Todos saben que los emigrantes acaban realizando los trabajos no queridos por nadie y no quitan el empleo a los nacionales de siempre. Estas actividades están mal pagadas, apenas dan para malvivir y acaban creando una rebeldía latente en quienes se ven hacinados en viviendas de las barriadas de las afueras de las grandes capitales. Y exigen prestaciones  sociales para quienes se encuentran en una situación de paro, difícil de superar, pues su educación precaria no les permite acceder a trabajos mejor remunerados. Pero esas "ayudas" provienen de los impuestos, de suyo siempre insuficientes, y provoca reacciones contrapuestas entre los nacionales.

Quienes huyen de sus países y sueñan con integrarse en una nueva tierra, no escuchan estas historias. Sólo les llega la noticia, proveniente de familiares y amigos, de que, más allá, en algún punto de Europa, se puede emprender una vida distinta a la de los horrores de sus lugares de origen, y no vacilan en sortear desiertos, mares y caminos intransitables, sin el mínimo de ayuda para su alimentación, abrigo, higiene personal y descanso.

Estas personas, dispuestas a afrontar lo que fuere, no están locos. Saben lo suficiente: Europa es incapaz de defender su territorio. Les faltan hijos. Nadie podrá detener la avalancha de refugiados, capaces de procrear hasta seis hijos por familia. Un taxista vienés musulmán de origen turco decía ya en 1994: Vamos a conquistar Europa con nuestra natalidad y nuestras creencias, sin disparar un solo tiro. 



Se requiere una tasa de natalidad de 2 hijos por mujer para mantener la población de un país. España queda muy por debajo de esta tasa.




En efecto, a Europa le ha sido arrebatada la juventud.Europa languidece.  Le faltan convicciones firmes. No tienen hijos. Han creado un sistema de seguridad y de bienestar, impensables después del final de la II Gran Guerra. Incapaces de educar a sus propios hijos en la solidaridad, se advierte un creciente egoísmo incompatible con el repartir a otros lo propio. 

Incapaces de sacrificarse y alegrase también por "la crianza de los hijos", venidos de su propia sangre, deben repartir la torta con extranjeros. No todos están de acuerdo.

La bomba nuclear no es el fin. La falta de natalidad es la que acaba con la vida. Y las cigüeñas en paro anuncian un cambio radical de cultura.









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