Corrupción: político sin ética, un animal peor que las bestias


De corrupción no se muere uno, piensan los políticos. Pero sí puede matar a los demás. Mueren por la presencia de actos políticos que no cuidan su forma. Y es contagiosa.

La supervivencia en el mundo animal consiste en procurarse lo necesario para el día a día, sin preocuparse en acumular para después (excepto los osos en su letargo invernal), pues "cada día trae su propio afán".

La corrupción resulta al invertir el proceso de perfeccionamiento al que está llamada toda creatura. En especial, el hombre. Para cuidar las acciones desarrolladas en este recorrido se escribe la Ética, que no es otra cosa que un recordatorio en "blanco y negro" de la ley natural que todo hombre lleva en su corazón.

No hay tal cosa como el "buen salvaje", puesto de relieve por Rousseau, al propalar la idea, falsa, de que el hombre es bueno por naturaleza. El mal resulta porque hay un hombre que, voluntariamente, porque le da la gana, hace mal lo que está llamado a ejecutar bien; a veces, por no saber cómo hacer el bien debido.

El hombre se ha definido como un "animal político", un hombre que busca y contribuye para el bien de la comunidad, antes que al propio. Cuando Aristóteles escribía estas ideas, quedaron unidas para siempre con sus escritos sobre Ética, su mejor legado para su hijo Nicómaco: Haz el bien y serás feliz, viene a decir. 

La virtud es un proceso decisivo en la conformación de la libertad humana en su camino  a la felicidad. Lo importante radica en ésta,  lograda con el recurso decisivo del hábito bueno. La Ética marca el camino a seguir al hombre ante el acoso de la debilidad humana y las llamadas externas a la prevaricación.

En el caso de la política, podríamos decir que la forma para el cumplimiento de los fines propios de este oficio con actos concretos se ilumina con la Ética en su conducta diaria para recorrer el camino seguro. Sin ella ese animal político se acercaría a la caracterización de la bestia, que ve en los demás, sus semejantes ciudadanos, una ocasión para depredarlos.

La negligencia de los políticos al no  considerar la Ética en sus acciones, elimina el proceso evolutivo hacia la perfección. Aparece entonces la corrupción. Antes de desarrollarse y llegar a la plenitud en su encomienda, el hombre decide corromperse, a pesar del daño que, amén de sí mismo, ocasiona a la comunidad en donde habita.

Por tanto, cuando el hombre decide separar la ética de sus actos, los propios de su encargo cono persona y como profesional político si este fuera el caso, el animal hiede, como hieden las bestias del campo hartas de consumir carroña. 

La mendacidad, provocada con frecuencia para enmascarar la grave lesión al bien común, lejos de diluir la falta, se va cubriendo, además del hedor correspondiente, de una cicatriz que desfigura  el rostro de la credibilidad del juego político.

El acto político, el de la justicia y los de los media, sin la forma propia de la Ética, es corrupción.




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