Elegir bien es elegir el bien


Se habla mucho de libertad, hoy más que nunca en la historia. Sin embargo, quizá hoy también más que nunca, se adolece de la facultad de elegir, ingrediente primordial del don de la libertad.

Decimos "don" porque fue un regalo divino dado al hombre desde el primer momento de la creación. Esto fue así porque al ser creados a "imagen y semejanza" de su hacedor, recibieron un ser dotado de libertad. 

En la descripción de Dios del apóstol Juan, nos dice que es "amor". Sin más. Y todos sabemos que sólo se puede amar siendo libre. Sólo se puede amar si uno quiere. 

Dios es bueno y quiere el bien. Y nos creó en libertad para que elijamos el bien. Elegir otra cosa, no tiene sentido porque nos conduce a la nada, apartándonos del ser,  que es bien.

Gastar la vida "siendo" nos afirma el irnos pareciendo a nuestro Padre en el Hijo. Ser no es vivir aherrojado por cadenas. Al contrario, consiste en una afirmación elegida libremente porque es buena.

Sabemos que algo es bueno porque así Dios lo quiere. Y nos lo hace saber de alguna manera, a veces por caminos insospechados. Eso no significa, de ninguna manera, de una elección placentera. Es bueno porque lo quiere así mi creador, no porque algo sea agradable.

Siempre me imagino a Abraham subiendo el monte Moria acompañado de su hijo a quien tiene que inmolar. El hijo le pregunta por la víctima del sacrificio, y le responde: Dios proveerá. En el último momento aparece un cabrito enredado en unos matorrales.

Así es el abandono, el fiarse de quien sabemos que nos quiere. Nada nos pasa sin él saberlo, y si lo permite, es bueno.

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