Cuaresma: tiempo de limpiar la casa


A las casas se les suele dar un buen repaso de limpieza, por lo menos una vez al año, según donde se sitúen geográficamente. 

Algo así conviene hacer también con las personas. La limpieza física de una persona conviene realizarla cada día, si se cuenta con los servicios necesarios. Los pobres ambulantes, sin hogar, sin techo, se llenan de miseria sin remedio. 

Pero, es de la limpieza integral de la persona a la queremos referirnos  en este momento. Jesús , hijo de Dios, después de bautizarse con su pariente Juan, se retiró cuarenta días al desierto para orar, y así estar más preparado para vivir en la intimidad con su Padre del cielo, acompañado por las bestias salvajes de esa zona, según nos narran los evangelios.

Sabiendo quién era, el diablo, satanás, no duda en tentarle aprovechando la soledad y  el hambre. Es una desfachatez tratar de seducir al mal a quien era el bien supremo. El diablo no es tonto, pero a veces lo parece. Sin embargo, si gana esta batalla, habrá ganado todo: tener al Salvador del mundo bajo su dominio.

Nadie está libre de las asechanzas diabólicas. A Jesús trata de ganárselo cuando tiene hambre, y le pide usar su poder para convertir las piedras en pan. Hubiera sido un derroche de amor propio, de autosuficiencia. Luego le pide tirarse se lo salto del templo para que sus ángeles lo recojan sin hacerse daño. Hubiera sido  una demostración de autosuficiencia y de poder sin necesidad de hacerlo. Por último, toca la fibra más delicada, lo que satanás andaba buscado: a cambio de entregarle el mundo --como si fuera suyo--, le pide arrodillarse y adorarle. ¡Qué irreverencia y desvergüenza en la petición diabólica! No se detiene ante nada.

Si esto ocurre con el Señor de la vida, de la creación entera, a quien quiso hacerse como Dios y mereció por ello su condena eterna, ¡qué no podrá intentar con nosotros! Él es más listo y poderoso que cualquiera de nosotros.  No podemos entablar siquiera el más mínimo diálogo con su retorcido poder de convencimiento.

Sin embargo, no estamos nunca solos. Tenemos cada uno un ángel custodio  para proteger nuestra integridad, aun después del pecado original con el que nacemos, clave de nuestra naturaleza debilitada ante el maligno.

También está a nuestro favor nuestra Madre Santísima, "omnipotencia suplicante", que vela por cada uno. La partida no es fácil, pero podemos ganarla con estas ayudas, si "confiamos" en quien todo lo puede.

Por eso conviene tener la casa limpia, especialmente la parte interior del alma, en este tiempo de Cuaresma, con una buena confesión.



 

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