¿Por qué no creemos a Dios?


Parece ser que la misma cabeza que rechaza, o ni siquiera se plantea, lo dicho por Dios es la misma que estudia  e interpreta con la razón la naturaleza.

¿Cómo puede ser esto? Hay una razón, quizá no la única, consistente en emplear la imaginación en vez de la razón. ¿Qué diferencia hay entre obrar de una o de otra manera? Con la imaginación se acaba viendo lo que se quiere ver; con la razón se deben seguir los pasos marcados por la lógica. En el primer caso, se trata de seguir el movimiento del sentimiento que despierta emociones, convincentes para esta clase de personas. 

Pero no se llega más lejos cuando nos encontramos con teólogos que desdeñan el uso de la razón porque, según ellos, sus conocimientos se deben a su contacto con  fuentes más puras. Sin embargo, se  les puede aducir a este grupo de creyentes,  que el hecho de creer algo porque Dios lo ha dicho no descalifica a la razón; por el contrario, uno se debe asir a ella para demostrar que todo lo natural conduce a Dios, como sucede con aquellos cuyas creencias nacen al contemplar la realidad y se estremecen al darse cuenta que ni aun mirando a el principio de las cosas o a su previsto final se puede ir con la razón más allá de unos razonamientos inconclusos.

Creo que el hombre está distraído con sus cosas y ni siquiera los avances del conocimiento en las cuestiones naturales le sirven para adelantar en la presencia necesaria de lo divino. Pasea por el mundo indiferente. Nada parece importarle. La vida, primer encuentro del hombre con algo imposible de ser elaborado por persona alguna, acaba siendo algo molesto, sin valor, y trata de eliminarla tan pronto se detectan sus primeros alientos. 

La vida sólo puede venir no de quien la tiene, sino de quien es "vida", por eso puede darla sin acabarse la suya, no una vez, sino miles de millones de veces. Por eso, el "dador" de vida debería ser el primer motor de nuestras preguntas, seguido del "porqué" y del conocer si  con la muerte se acaba todo o si hubiera indicios de quienes un día la tuvieron y, si fuera del tiempo,  luego la siguieron teniendo.

Buscamos la felicidad como un deseo inextinguible, pero sin sabe de qué se trata, como si fuera algo. No se sabe que la felicidad es el resultado de algo, y no se puede adquirir directamente. Si no se da esa acción, ese algo, digno de ser llamado "bien" por ser algo propio del hombre, no se puede ser feliz porque la felicidad no se da. Entonces el hombre, empeñado en ser feliz adquiere esto y aquello, se comporta según sus gustos, y emprende una carrera desenfrenada a ninguna parte, porque sólo se busca a sí mismo.

Si la vida no se respeta, jamás encontraremos s su creador. Sólo en España, en 2022, se mataron 88 mil nasciturus en el seno materno.

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