Ciencia y Revelación (razón y fe)


Ha habido, y lo hay todavía, un interés desmesurado en contraponer la ciencia y la Revelación, la razón y la fe. 

Desde la Edad Media hasta hoy se han escrito docenas de libros en todos los idiomas, acerca de este asunto. Diremos para empezar, que el hombre es una persona, no dos o más,  bien cuando realiza una tarea simple o cuando se involucra en algo complejo. Al  comer, no decimos que la parte animal de Pepe, por ejemplo, está comiendo; simplemente decimos Pepe está comiendo. Lo hará con más o menos gracia, con prisa o lentamente, solo o en compañía, siguiendo un dieta o el gusto por un buen guisado clásico, pero siempre es él mismo: Pepe es quien come. 

Asimismo, el pensar o el razonar con argumentos simples o sofisticados se obtienen resultados de mayor  o menor calado, pero será siempre el mismo Pepe quien raciocina. Por eso, cuando se asiente a algo  porque es revelado por Dios, la razón no deja de funcionar; como si sólo se pusiera en juego cuando se ejercita a la luz natural de la razón. En el primer caso, yo sé  por la razón que algo es verdad porque veo que es verdad. Pero en el segundo caso, yo creo que algo es verdad porque Dios lo ha dicho. En ambos casos, sin embargo, la causa del asentir es muy diferente, si bien es la misma persona la que ve y la que cree.

Y aquí está el truco: la fe implica el asentimiento del intelecto a lo que el intelecto no ve que sea verdad, Por tanto, un acto de fe no es fruto de una evidencia racional, pero se necesita  el asentimiento de la voluntad. Y volvemos a repetir: no es lo mismo una cosa que la otra, aunque estemos hablando de la misma persona.

Veamos qué nos dice Tomás de Aquino, quizá el primero en zanjar esta cuestión entre razón y fe. Lo que se ha demostrado científicamente  no puede ser objeto de creencia: no se puede creer lo que se ha visto. Asimismo, las razones para atestiguar lo científico no impiden que millones de creyentes, ignorantes de las exigencias de la ciencia, están de acuerdo en lo que creen sin tener una pizca de conocimiento científico sobre aquello que creen.

Entonces, estamos frente a un "sí pero no", es decir, la misma persona puede creer sin ver, y habrá unos cuantos ilustrados que, no aceptarán razón alguna sin ver.

Como recomendación, conviene estar más cerca de santo Tomás en cuestiones de fe que de Newton o Einstein, pero estos no quedan descalificados en lo concerniente a las teorías de la gravedad o la relatividad. 

Quizá otro día volvamos sobre este tema, que da mucho de sí: créanme por una lado, y piensen en ello por otro.



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