El rumbo tomado en la vida es voluntario


A veces no se sabe a dónde ir, o qué hacer. Conozco a una persona que suele pasear su perro todas las tardes, casi a a misma hora. De la puntualidad se encarga el perro. Alrededor de las 4 va junto a mi amigo y comienza a hacerle carantoñas. No hace falta mirar al reloj, me dice: es siempre la hora exacta.

El perro sabe cuándo es la hora de ir a pasear y no hace falta decirle nada; él va a recordarle a su amo que  el tiempo de la caminata ha llegado ya.

Durante el paseo mi amigo observa un día tras otro el comportamiento de los árboles, de las plantas, de flores. Y resulta interesante mirar la posición del sol. A la hora del paseo, ya comienza el disco solar a caer en su trayectoria diaria y señala el poniente; de ahí su nombre. Siempre es así. Los árboles tienen en su tronco un baño verdoso, como de musgo, cubriendo la parte encarada al norte; es decir, sin saber dónde está situado ese punto cardinal, las manchas más obscuras nos señalan la orientación. De la misma manera, las flores que cuelgan de las plantas suelen hacerlo en su parte que mira al este, de donde el sol se levanta de su sueño.

En fin, estas curiosidades nos señalan la orientación de la vida  tanto en los animales como en los vegetales. Nada ocurre desordenadamente. Las rocas, claro está, tienen el alma de piedra y les falta sensibilidad para mostrar los cambios de su entorno en el lugar donde yacen. Pero esto no el caso con las demás criaturas. 

De modo especial el hombre. Todo hombre tiene su norte y sabe hacia dónde orientarse en cada paso de la vida y cuál es su fin. Entonces descubre que es, además, libre para decidir a dónde encaminar esos pasos para conseguirlo. Puede también preguntar a quien sabemos que sabe. Y al seguir las indicaciones podremos comprobar si las flores, la alegría, la vida, el amor, surgen del  este y no del más oscuro y frío lado del norte. 

Podríamos decir entonces, que la perversión consiste en apartarse  de la luz para sumergirse en el lado oscuro de la vida; es una posibilidad, pero se aparta del camino marcado por la luz a la libertad.

Por eso, desde hace tiempo yo me dedico también a pasear un perro, un regalo de una familia amiga. Así compruebo la verdad de lo que mi amigo me solía contar de sus paseos.


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