Solamente Dios es verdaderamente pobre


Al que todo lo tiene, nada le falta; quien 
de algo carece, quiere tenerlo todo.

Jesús vino a este mundo en la pobreza más absoluta. En una cueva de Belén, con José, su padre adoptivo y  esposo de María, vino a nacer en la tierra del rey David, Belén.  El rey del mundo, el creador de todas las cosas, prescinde aun de lo más esencial.

No sé cómo se puede explicar esto, pero sólo quien todo lo tiene no ambiciona cosa alguna, porque nada le falta. 

Este desprendimiento es  pobreza real. Cuando Jesús se va, completamente desnudo en la cruz, todavía le queda algo: su madre, y nos la regala a nosotros, causa de todo sus sufrimientos. Suele pasar desapercibido entre el suplicio de la cruz y la burla de los presentes esta donación, la más importante de todos los bienes terrenales. Su eslabón con el género humano, hecho posible por el asentimiento de María a la propuesta del arcángel Gabriel, nos lo deja para poder seguir inserto  con el hombre por el amor

El "hijo del hombre", como a él le gustaba llamarse, le ha costado tanto ganárselo, que ahora, apegado por el amor, no quiere separarse de su lado. El "yo estaré con vosotros" hasta el fin del mundo, se hace realidad por medio de la "eucaristía", pero también por medio de la criatura más querida de la Trinidad beatísima, la esclava del Señor, María. 

En medio de la pobreza de María, en el monte Calvario, Jesús le deja como herencia al hombre, causa de tantos dolores y, sobre todo, de tantos amores. Sólo el Hijo de Dios puede hacer un tal regalo, y recuerda a una escena similar al encuentro de los Magos con la figura de María y su hijo, estando José en ese momento fuera de consideración, pues se centra el escrito de Mateo en la realidad de mostrar al que es Hijo de Dios en donde se esconde la humanidad entera a la que los sabios visitantes, postrados, adoran.

Por eso la verdadera riqueza del hombre está en ese permanecer siempre escondido en el amor de Dios. Y Teresita de Jesús, santa y joven doctora de la Iglesia, nos dirá su más íntimo deseo: "En el corazón de la Iglesia, yo quiero ser el amor". 


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