¿Se muere la gente de cáncer?


Cuando se pronuncia la palabra cáncer se abre un silencio, en especial, si el afectado está presente. Y si no está ahí en la reunión, se espacian las palabras y en tono bajo se pronuncia el nombre de la temida dolencia.

Es cierto. El cáncer no tiene cura, pero tampoco significa  hallarse siempre en una fase terminal.  Este punto no suele quedar suficientemente claro en las mentes de aquellos cuya enfermedad padecen o a quienes les ronda de cerca: parientes, amigos y conocidos.

Claro está: ni todos los cánceres son iguales, ni la pronta intervención se da igual en todos los casos. Por ejemplo, el padre de un amigo murió a los 82 años; tenía cáncer de próstata  desde hacía varios años. Falleció una mañana al atragantársele una flema. Los dos hijos, como sucede con cierta frecuencia,  heredaron del padre la misma enfermedad, casi al mismo tiempo. Uno, sigue las indicaciones del médico, y ha reducido su antígeno a un mínimo. Hace vida normal. El otro, se queja continuamente del padecimiento, apenas come y duerme mal. No sale de un continuo lamento desde el día de su conocimiento de la enfermedad. 

Ambos hermanos están bien casados, tienen hijos y viven una vida familiar con muchas satisfacciones. De cualquier manera, esta enfermedad puede ser un aviso para ir preparando el camino de salida hacia la patria definitiva, un aspecto positivo  que no siempre se considera.

Entonces, cuando tal mal se hace presente, en primer lugar she deben seguir las indicaciones del médico; en segundo lugar, vale la pena irse viendo cómo se está en esa salida de esta vida, incidente que nos toca a todos, desde los tiempos de Adán y Eva. Al obrar así, el proceso de espera se puede convertir en serena alegría. 


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