¿Se necesita cambiar la sociedad, justo ahora, en medio de la crisis?





En el curso de la historia  muchos quisieron cambiar el rumbo de la sociedad. No tiene, en principio, valor alguno lo heredado de ayer por el mero hecho de venir de lejos ---pensaban alguno. Por tanto, abrirse a la "novedad" equivale a tener una mente abierta, sin miedo a las propuestas renovadoras. 

San Pablo, no pensaba así. Recrimina ya en el siglo I ese "afán de novedades" de los colosenses, dispuestos a cambiar su herencia por un plato de lentejas, como en la historia de Esaú y Jacob.  Esto no significa encerrarse, por ejemplo, a los avances de la ciencia; pero no se puede, en nombre de la ciencia, emascular la verdad que se nos ha comunicado desde el principio. Cuando la certeza de las ciencias se reduce al mundo de lo contrastable, a las sensaciones, se empobrece con ello la misma ciencia, al ignorar esa otra realidad, más completa, donde tiene cabida la vida del espíritu. Los "hechos" se apoderan así de la realidad denostando como "quimeras" otras vivencias, las creencias nacidas de la fe. Y resuenan de nuevo las quejas evangélicas del Señor: "Si no veis, no creéis".

Por ejemplo, la parálisis provocada por la "pandemia" actual, tiene su raíz en la incertidumbre de no saber en dónde apoyarse para superar esta contrariedad de alcances globales. La ciencia con sus novedosos avances, no encuentra suelo firme para satisfacer  la demanda de seguridad del mundo. Los científicos andan de cabeza. No encuentran el "remedio" para esta infección. Nos recuerda las escenas del becerro de oro. Habíamos puesto en  el progreso toda nuestra confianza, y nos ha fallado. ¿A dónde podemos recurrir, entonces, si las mismas puertas de la ciencia han cerrado sus puertas?

Sobresalen hoy, sin embargo, los gestos de cariño incluso con personas desconocidas a pesar del encerramiento  de las fronteras y de las ciudades, Se aplaude la "entrega" a los demás. El virus "invisible" se combate con  energía "invisible",  nacida del corazón que se acerca al otro, como el buen samaritano, cuando se encuentra con quien no se puede valer por sí mismo. Es decir, lo invisible se combate con lo invisible, lo invisible de la infección se subsana con lo invisible de la caridad, que da sentido a las relaciones en el  mundo.

Quizá los científicos nunca aceptarán esto, pero las cosas inmateriales, invisibles para la ciencia, forman parte de la realidad desde el principio, y son el fermento para el cambio deseado de la sociedad de acuerdo con su fin.







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