Los caprichos de la inteligencia cuando quiere inventar a Dios






Al repasar la vida y la obra de los grandes pensadores de la historia, se ve cómo hablar de la realidad no es tan fácil como se pudiera creer.

La dificultad suele estar en el punto de partida  elegido a la hora de comenzar las elucubraciones. Todos quisieran dar cuenta de la realidad; pero no para todos es lo mismo. ¡Ah!, y es difícil dar con ella, si no se parte de ella.

El "pensar", las "ideas", las "sensaciones", las "emociones", la "razón", la "naturaleza humana", la "religión natural", la "física" y la "metafísica", el "sentido común",  son sólo algunos de los conceptos  centrales para la elaboración del pensamiento con repercusiones importantes entre los filósofos de cada tiempo. Todos buscan ese punto de partida sólido, inamovible, donde fundar las pretensiones de su sistema, más o menos congruente o acabado.

Estoy pensando en el caso de Abraham. Lo llevan a contemplar el cielo estrellado, como punto de arranque de todo un pueblo, para mostrarle de una manera gráfica,  su innumerable descendencia, a partir de la realidad de su mujer Sara, estéril, ya entrada en años. Y sabemos del crecimiento notable  del pueblo judío en la historia hasta los tiempos actuales: se cumplió la promesa. Entonces, ¿cómo se explica esta realidad?

Cuando Kant nos dice las dos cosas que le llenaban de admiración, se centra en "el cielo estrellado encima de mí" y "la ley moral en mí". Las dos realidades. las estrellas y una especie de ley natural,  se las encuentra este  filósofo fuera y dentro de él; las contempla, las admira, pero se encierra en un Dios creado por él, a su medida. Por eso, sin el hombre, el mundo sería un desierto vacío. 

Dios, en la elaboración kantiana no es una  idea, sino un "postulado", un supuesto admitido 
por  fuerza para explica la "ley moral" y su ejercicio. Para ser "feliz" se debe practicar la virtud y así hacernos merecedores de la felicidad, que requiere entonces de  un Dios que recompense con ella según los méritos y grado de virtud.

Entonces, hay Dios porque así conviene para cuadrar el pensamiento de Kant. La razón kantiana deja poco lugar para el amor, una manifestación esencial del ser creador que busca sin cesar la felicidad del hombre por él creado, y sufre hasta muerte para lograr este fin, respetando su libertad

Es decir, se encuentra a Dios cuando se parte de Él. Así nos lo aconseja el joven Tomás de Aquino al comienzo de su obra monumental teológica.





                         


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