Contrario a la "física": Lo máximo, en lo mínimo



Trinidad de Arre, Navarra, junto al puente sobre el río Ulzama, parte del Camino de Santiago.



Esta verdad nos dice de su presencia continua junto al hombre. 

No se explica cómo el hombre puede ignorar esta verdad. Quien nos ha creado, quien nos ha redimido, y quien en Padre nuestro, no puede alejarse de nosotros, iba a decir, ni aun queriéndolo.

Por una simple razón. Resulta  incomprensible dejar de lado al hombre después de realizar  su creación. Aunque la madre de tus entrañas te olvidare, yo  nunca podré hacerlo, nos advierte Dios mismo en sus revelaciones al hombre. 

Las tres personas divinas, puestas de acuerdo desde siempre, envisionan el proyecto del hombre. No se les ocurre nada mejor: crear a ese hombre a imagen y semejanza suya. Es decir, serán personas, dotadas de libertad, capaces por tanto de dirigir su futuro.

Sobre el futuro, huelgan las especulaciones. El hombre está hecho, configurado, para ser feliz. Decisión unívoca de las tres personas divinas. 

Entonces, se llama "perder el tiempo" a cualquier conjetura encaminada a resolver lo ya dispuesto. El hombre "sólo" puede hacer ocuparse en el "presente" con vistas a conseguir esa felicidad...después.

Para ello cuenta con su naturaleza humana (de acuerdo con el "plan divino", por supuesto) dispuesta para la salvación, "si quiere". Esto es importante porque el hombre se educa en la libertad. Una persona educada se mueve en busca de la felicidad. Obrar de otra manera carece de sentido

Debemos recordar y repetir estas ideas una y otra vez. Hay ruido en el ambiente tratando de diluir estas nociones básicas, conducentes al bien del hombre.

La presencia inmanente  de Dios nos recuerda a cada uno sobre la cercanía del creador, quien no se aparta de sus criaturas. Pero hay mucho ruido en el entorno, como fruto de las preocupaciones de la vida diaria.

El secreto consiste en encontrar la paz en medio de tanto barullo. Y que nadie nos engañe: la tan ansiada felicidad se relaciona con la ausencia de pecado. Sin ésta, no hay paz; y sin paz no se puede ser feliz, aunque lo pregonen los siquiatras de otra manera. Tampoco las "técnicas" de relajación aun barnizadas de pietismo, ayudan a limpiar el alma, condición necesaria para albergar al dador de paz.

Por tanto, la llamada "presencia de inhabitación" de la Trinidad en pleno, no se puede dar, pues faltaría la gracia para conformar el habitáculo apropiado para tan insigne visita. Los santos y místicos enmudecen al llegar a este misterio, verdad inefable.

Es decir, la presencia divina en nuestro interior (no alrededor) lo llena todo y, si se le hace caso, transforma la vida del hombre, haciéndola apta para disfrutar de la felicidad plena,  consecuencia de la visión beatífica.



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