¿Acoso sexual al hombre? ¡Frenen la provocación sexual!



¿Provocación?



¡Ya está bien! Dejen de acosar sexualmente. Es algo cargante, contagioso, contra la dignidad de la persona humana y en contra de la caridad.

Cuando reparamos en estas dos dimensiones, dignidad y persona humana, no podemos avanzar mucho en la controversia, cada vez más enconada, sobre el acoso sexual. Esto es así debido a la no diferencia entre hombre y mujer: ambos son muy dignos y son personas. Más bien, son dignos porque son personas humanas.

No hay desde el principio más de dos géneros: masculino y femenino. El género neutro está sólo en la gramática, sin correspondencia en la especie humana. Cuando se rompe esta dicotomía aparecen una legión de matices incoados por la "sola" razón, es decir, sin el sustento de la realidad

Es decir, la nomenclatura compleja de las divisiones sexuales es un producto de la "razón", entes de razón, que, según el parecer de quienes tienen tales representaciones imaginadas, se empeñan en imponerlas a la vida normal de millones de personas cuyas vidas han sido vividas así por miles de años. 

Contrario a lo recogido por la calle, sin especificar, y sugerido por la articulista de El País, Rosario G. Gómez, la inclinación sexual podría "influir gravemente en la tasa de natalidad". Esa propuesta no se la cree ni la autora del artículo, pues bien sabe ella de las estadísticas publicadas en el mismo diario: el declive demográfico se debe a la falta de compromiso de los esposos en cumplir con el fin del matrimonio: la procreación, la crianza y educación de la prole, además de la satisfacción sexual legítima entre los cónyuges.

Es decir, señora Rosario, no meta en este "tinglao" a los homosexuales y demás asociados: bastante trabajo tienen con seguir ideando razones para contravenir los dictados de la naturaleza humana, llamada a la unión entre un "hombre y una mujer", por muchas tendencias que hubiere en enredarse con otras formas de satisfacer su sexualidad. 

Además, convendría la presencia de la mujer, para protestar por la provocación sexual al hombre cuando, las féminas se desvisten hasta lo indecible al dárseles la mínima oportunidad en la calle o en la presencia de una cámara (Con la satisfacción de los responsables de los media).

Y, por favor, señora Rosario, medite un poco sobre la conveniencia de ilustrar  la verdad del hombre, y no vaya como la Ardilla y el caballo en el poema de Tomas de Iriarte: "Tantas idas y venidas; tantas vueltas y revueltas, quiero, amiga que me diga: ¿son de alguna utilidad?

Todos queremos la paz, esa "tranquilidad en el orden" recomendada por el obispo de Hipona, hace ya unos cuantas centurias.






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