A la gente todavía le sigue interesando la "verdad".



Facundo Cabral (1937-2011).



De ahí la preocupación por las llamadas fake news, o, mejor dicho, mentiras informativas. 

Quizá por eso se puede ver ahora en la cabecera de  The New York Times en sus diferentes secciones  el slogan: 
The truth demands our attention. 
O también:
The truth. It demands our attention.
Lo saben bien: si al periodismo le quitan la verdad, desaparece de escena. En efecto, de un tiempo a acá se ha puesto de moda airear el lamento de la verdad perdida. El reclamo es universal. La exigencia de la verdad es el fin de la comunicación. Hemos escrito en diferentes posts sobre el tema. No resulta estimulante escuchar o leer a alguien a sabiendas de que no dice la verdad.
Pero el relativismo de ayer nos ha conducido a este estado de cosas. Cada quien tiene sus "cadaunadas", algo obvio. Pero el resaltar del individualismo como una conquista por encima de "todo", ha traído consigo el decir sin pensar y la palabra se ha quedado vacía.
Se puede, en nombre de la libertad malentendida, decir cuanto a cada uno le parece bien. La comunicación así entendida, se queda sin su fin. Y se multiplican a toda hora en las redes sociales un mensaje tras otro, donde el último borra lo dicho en el anterior. No importa. Al fin y al cabo no hay exigencia alguna para propalar ideas, chismes, mentiras, comentarios, chistes, con ocasión o sin ella.
De esta manera, en una campaña política, por ejemplo, tal y como ha ocurrido en Estados Unidos, los rusos (o quien sea) han desatado sus maquinaciones a favor o en contra de tal  o cual candidato. Esta práctica se ha venido dando desde la II Guerra Mundial, pero ahora, las "redes sociales" facilitan el llegar a millones de ciudadanos con el propósito de alterar el curso normal de los acontecimientos.
Ocurre lo mismo con los asuntos religiosos. Hay quienes se empeñan en desvirtuar las voces oficiales de la Iglesia con el único fin de desprestigiar a sus cabezas y confundir a los fieles. Por otro lado, todo lo relacionado con el sexo, el feminismo, las prácticas abortivas, el matrimonio homosexual (el cual, dicho sea de paso, se ha negado como derecho por el Tribunal Internacional de Derechos Humanos), la eutanasia, se ventilan en las redes sociales sin ningún fundamento, voces airadas tildando de retrógrados a quienes todavía ven en la familia el ancla de salvación de la sociedad, no sólo en lo moral, sino también en la tradición, en las costumbres e, incluso, en lo económico.
Es cierto, la verdad sigue interesando. Basta comentar  con criterio alguno de estos puntos controvertidos, para reunir en derredor, una buena piña de amigos y conocidos interesados en seguir oyendo estas verdades de siempre.
Dicho de otra manera: si se desea recuperar la convivencia humana, se debe decir la verdad


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