¿Se vive en el cielo la alegría plena?



Nguyen Van Thuan, después de 13 años de sufrimientos en una cárcel de Vietnam, contaba cómo la celebración de la Eucaristía (en circunstancias extremas) y la oración, le ayudaron a conservar la alegría y la serenidad. Nombrado cardenal, murió en 2002, y su causa de beatificación, superados los primeros estadios, lo reconoce como venerable en la Iglesia Católica.




Las visitas desde el cielo, cada vez más frecuentes, de Jesús y de María, nos muestran de una manera clara, su preocupación por los hombres.

"Son muchos los que se condenan", decía la Virgen María a los pastorcitos de Fátima. Las apariciones no se pueden considerar como un show mediático. La Virgen aparecía dolida, mostrando un corazón con una corona de espinas.

En otras apariciones en el siglo XVII (las ha habido desde el siglo XI), su Hijo muestra también el corazón rodeado de espinas, diciendo: "Este es el corazón que tanto ha sufrido por los hombres".

Para tratar de entender cómo el cielo pueden dar sufrimientos, debemos pensar en el santo sacrificio de la Misa. Se llevan "celebrando" miles, millones de Misas desde esa primera Misa de Jesús reunido con sus apóstoles en el Cenáculo, consumada luego en el Calvario. Sin embargo, ha habido y habrá un solo Sacrificio, aunque en la Misa se dé sin derramamiento de sangre. El hecho de no aparecer la "sangre" derramada, no significa que la "sangre" no esté ahí presente. Si bien esta presencia "visible"  no es en absoluto necesaria, se ha manifestado en las "hostias" consagradas en diferentes partes del mundo,  en momentos distintos de la historia.

Es decir, el Sacrificio se da en la Misa. No es sólo un nombre sin sustancia dado a la ceremonia. Por  tanto, si hay Sacrificio hay sufrimiento. Y entonces tiene sentido cuando en las diversas apariciones aparecen el corazón sufriente del Sagrado Corazón y el de su santísima Madre, el  Corazón Inmaculado de María, que sufrió lo indecible por su Hijo, al pie de la cruz. 

Desde este mundo gestado hace 13.800 millones de años, hasta el fin de los tiempos, se dará de alguna manera ese sufrimiento  divino de Jesús por los hombres mientras se espera el alcance de su plenitud. Toda la creación está como en "dolores de parto" hasta ese momento cumbre, según nos cuenta san Pablo. El cielo, las potestades y todos los santos, miran la suerte de los hombres, según la ven en el Sagrado Corazón de Jesús y en el de María. Están expectantes mientras se da el momento de la salvación de último hombre llamado a serlo.

Las apariciones entonces de los corazones de Jesús y de María no son sino las manifestaciones externas del amor, que sufre al ver el descamino de los hombres.







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