De nuevo: ¿Se justifican los medios por el fin?



Luz en la espesura.






Acaba de ocurrir. Un periodista ruso, Arkady Bábchenko, colabora con Ucrania para difundir la noticia (fake) de su asesinato, para así librarse del asedio del gobierno ruso.

El fin, librarse de una supuesta persecución del Kremlin para eliminarle. Los medios, la mentira para hacerles creer su asesinato. La mentira es, sin lugar a dudas, un mal.

Conservar la vida, es el mayor bien del hombre. Sin ella, no se pueden alcanzar otros bienes. Pero, ¿es la vida un bien absoluto? Esta es la pregunta clave. Sólo en los casos de defensa personal, como remedio extremo, podría quitarse la vida de otra persona. Y la mayoría de las guerras actuales no cumplen esa condición.

La Iglesia, de manera especial desde Juan Pablo II (también Pío XII en la II Guerra Mundial, Pablo VI en la guerra de Vietnam) no justificaba la sentencia de muerte. Si bien, el pontífice alentaba la "injerencia humanitaria" (el caso de Kosovo) para evitar la barbarie perpetrada por las tropas servias de Milosević en contra de los albaneses y de personas inocentes durante la guerra de los Balcanes. Es más, el Papa espoleaba la casi indiferencia de las potencias mundiales ante tal exterminio.

(El premio Nobel de Literatura Ivo Andric describe así uno de los suplicios, diseñados para escarmentar a la población y para mantener agonizando a la víctima durante días: "Un palo de encina, de cerca de cuatro metros de longitud, tallado en punta como es preceptivo, con la extremidad de hierro perfectamente afilada y untada de sebo"; un hombre "empalado como un cordero en el asador, con la diferencia de que la punta no sale por la boca sino por la espalda, sin haber dañado gravemente los intestinos, ni el corazón, ni los pulmones").

Es decir, con la "injerencia" se trataba en primer lugar, frenar la barbarie reinante  y conseguir el "desarme del agresor".  

Llama la atención otro estilo de "injerencia humanitaria" practicada por miles de personas en todos los rincones del mundo, de la que no se habla. Baste un ejemplo. La practicada por 5 monjitas franciscanas misioneras de Maria y un sacerdote en las tierras montañosas pobres y olvidadas del noroeste de Túnez, en Ain Draham, donde todos los habitantes menos ellos son musulmanes. Ahí sostienen una guardería y la convivencia entre ambos grupos es, lo ha sido desde 1930, pacífica. Una de las monjas tiene 81 años. 

Fue también Juan Pablo II quien, el 29 de marzo de 1998, delante de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, se pronunció tanto contra la guerra servia como contra las "bombas inteligentes"  lanzadas por las tropas de la NATO, causa de la muerte de cientos de civiles inocentes. 

Los periodistas de Kiev no daban crédito cuando en una rueda de prensa convocada por el jefe del Servicio de Seguridad ucraniano, Vasili Gritsak, el pasado miércoles, vieron aparecer al protagonista de la muerte escenificada, el periodista Arkadi Bábchenko. Se trataba de un ardid empleado por este reportero en connivencia con el Ministerio del Interior ucraniano.

Las aguas están revueltas. Nadie acaba de creer las versiones del Ministerio de Exteriores ruso donde se relaciona el hecho con los fines propagandísticos del gobierno ucraniano; pero, las mentiras rusas se dan de hecho en tantos aspectos de la vida del gobierno y de las naciones que gozan de muy poca credibilidad.

Pero, a los periodistas ucranios tampoco les parece ético ni necesario todo el sainete de la "muerte" y desaparición de Bábchenko.

Una cosa es no acabar de decir la verdad cuando la vida se halla en peligro; otra, usar sistemáticamente de la mentira como moneda de cambio para conseguir un fin.

Estamos viviendo en unos tiempos de mentira. El resultado es una falta de credibilidad en  la vida social y política, con el consiguiente descrédito de los partidos políticos, de las instituciones y de quienes las representan. El caso actual del desafuero del presidente del gobierno español no sería sino uno más de los casos de esta plaga de la mentira reinante en tantos ámbitos.






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