El regalo de la realidad al hombre es el conocimiento: Sin él no hay verdad


Luis Vives: egregio personaje del siglo XVI, español, preceptor de la reina Catalina de Aragón, esposa de Enrique VIII.


Sin pedir nada a cambio, la realidad se regala al hombre en la forma de concepto.

Según Millán Puelles, filósofo de alcurnia, el concepto es "el más perfecto de los signos". Y esta perfección incomparable es un signo natural a "semejanza" de lo real. La inteligencia se viste de gala al leer en este signo la universalidad de lo concebido, pues se aplica a todos los individuos de la misma especie. Quien ha visto un caballo los ha visto todos; y quien no ha visto uno, mil definiciones no le permitirían concebir uno.

Esta "concepción"  genera un verbum mentis (palabra interior),  signo natural del concepto. Todo ocurre en silencio y sin tiempo. Así es el ámbito de lo divino.

Sólo a partir de esta manifestación, oculta a los sentidos del hombre, se puede decir la palabra. Este hecho es sin duda el más insólito de la vida. La inteligencia se ilumina  con la palabra interior  y nos remite a la realidad de donde proviene.

Todo este "proceso" (por llamar de alguna manera a ese discurrir intemporal) es "inmanente" y no se da variación alguna. Es precisamente ahí, no en el cuerpo (algo sin sentido) en donde se da la imagen de Dios. De ahí la "perfección" del signo. 

En esa intimidad, aposento de la Trinidad,  se puede  escuchar la voz del Creador. Son muchos los místicos y hombres de vida interior quienes atestiguan haber oído esa voz de manera clara y sin dejar siquiera un resquicio para filtrar un solo sonido al exterior. Este recinto es apropiado también para el primer momento de recepción de las formas de la realidad, donde se conjugan la inteligencia y el amor. Sólo lo real puede desenvolverse en ese recinto de interioridad donde el silencio reina.

Por esa razón no se da isomorfismo alguno entre lo acaecido en este recinto de la palabra interior y la expresión sensible de un pensamiento por medio de la palabra exterior. Son dos ámbitos distintos, si bien la palabra expresa  tiene su causa formal y eficiente en la palabra interior,  "signo natural del concepto". 

Son estas nociones de difícil comprensión, pues ronda en ellas el misterio,  pero se deben mantener para darle al espíritu del hombre su lugar en la comunicación. La persona es un ser intelectual y la inteligencia se debe al espíritu, receptiva siempre de ese algo real percibido, causa material  de ese proceso de comunicación, que tiene como su fin la verdad de lo real. Esta verdad no es sino una inclinación humilde del entendimiento a esa realidad manifestada de múltiples formas.

La comunicación es un proceso espiritual y material. Y se deben conceptualizar dando a cada dimensión su lugar. El pensar, la palabra, nos remite a la cosa, pero no es la cosa. Tampoco una copia suya.

La verdad de lo dicho está en la palabra, no en lo que ésta se refiere. Sin conocimiento no hay verdad. Y es el ser del ente el que causa la verdad. Es el regalo de la realidad.



 

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