Causas de la corrupción: ¿la pasividad de los fieles laicos?



Siempre habrá pobres en la tierra que habitas.




La causa de la corrupción es el desorden de la sociedad y del Estado. Es decir, el organizar la vida individual y social al margen de la justicia.

Un Estado en tal estado se asemeja, dice Agustín, el obispo de Hipona, a una "banda de ladrones". En vez de dar a cada quien lo suyo, se le despoja de lo suyo a cada quien.

Pero. ¿en qué consiste exactamente la justicia? Es la medida de toda política. A veces, parece pensar el gobernante: Yo me encargo de los asuntos de gobierno; y el sistema judicial, de la justicia. O, también, el ciudadano puede decir: la política para los políticos; y se dedica a la crítica cuando las cosas no funcionan de acuerdo a su parecer.

Así de fácil. Como si el origen y el fin de la política estuvieran al margen de la justicia.

Debemos considerar un punto más, especialmente si nos damos cuenta del papel fundamental ejercido por la razón en este apartado. 

La razón, con el tiempo, en la "práctica", no queda exenta de eclipsar su luz natural con los atractivos destellos del "poder" y del "interés". Es entonces, cuando se necesita acudir a las inmediaciones de la ética, encargada de velar por el bien. Es, entonces, en esta fuente donde la razón puede purificarse del barro pegadizo adquirido en sus correrías intelectuales.

Esta es labor primordial de los fieles laicos. Tienen el deber de participar en la creación de orden justo en la sociedad, cada quien de acuerdo a sus competencias, para ir acercándonos a ese bien común

No se puede gastar la vida situándose fuera del circuito de la acción política criticando eternamente la labor de los gobiernos en su acción política. 

La exigencia del amor, que busca siempre el bien del otro, nos impele a esta participación, en unión con otros,  en los asuntos relativos al bien común.  Claro, la calidad de la participación se incrementa en la medida de la idoneidad de los ciudadanos. De ahí la obligación de formarse para la creación de un orden social más justo, donde la "doctrina social de la Iglesia" tiene mucho que decir, si de veras se quiere depurar (no imponer) la razón.

(Muchos de estos argumentos se pueden encontrar más desarrollados en la Encíclica Deus caritas est, de Benedicto XVI).










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