Urge buscar lo que nos une


Los media de todo el mundo destacan a diario en sus páginas aquello más llamativo del escenario mundial, el escándalo, lo negativo.

Pocas veces, por no decir nunca, destacan aquello que une al hobby con sus semejantes, bien porque no lo saben o porque piensan, como decía McLuhan, en un receptor disgustado por las noticias positivas al no haber participado en ellas, y se alegra cuando se le muestran  noticias negativas en el país o en el mundo, pues no ha participado en ellas.

Pero cuando hablamos de un concierto de música en un gran teatro, las cosas cambian. Gentes de toda condición, raza y cultura se mezclan sin reparo alguno y aplauden la interpretación musical.

¿Por qué ocurre así? Tengo para mí una explicación. El amor une. Y la música es una expresión del amor. Algo que se entrega a la inteligencia y a los sentidos. Lo llena todo. La inteligencia recibe le entrega musical y descifra su contenido en silencio, apoyada por el oido que distingue los tonos y el ritmo de la melodía que lleva a la alegría o la tristeza, mientras el tacto siente en la piel los cambios de ánimo que cada nota inspira. También, al ver a los intérpretes sus movimientos puntuales, coordinados se adentra en espíritu en la interpretación de tantos tonos combinados que forman una unidad de estilo que se puede gustar, y se contempla a los demás espectadores participando sin molestar de cada parte del recital.

Entonces, la música une a la persona en sí misma y con los demás, recipientes también de la misma entrega, al unísono. Dicen que hasta las fieras se calman al escuchar ciertas melodías. 

Pero no puedo evitar la memoria de lo ocurrido al llegar la "plenitud de los tiempos", cuando lo que no cabe en los cielos se hace hombre. En ese momento, los ángeles rompen a cantar en medio de la noche a los pastores de Belén una melodía que nunca podrán olvidar, y, apresuradamente, se dirigen a ver la anunciada presencia del Salvador, de Jesús, hecho niño, en la pobreza de un pesebre.

Los ángeles cantan y todos se unen, pastores y reyes, el cielo y la tierra, en el silencio de la noche tan largamente esperada por tantas generaciones. Es el amor que pasa, y viene a quedarse.

Urge buscar lo que une.




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