Sin la ayuda de la "gracia", caeríamos sin remedio


Tener de donde agarrarse. Es un principio básico para no caerse.De lo contrario, nuestro peso y la fuerza gravitatoria mostrarán la evidencia de la caída.

Algo así le sucede al alma del hombre. Al ceder a las insinuaciones del pecado grave, si el alma no tiene de donde agarrarse, caería irremediablemente en el abismo del pecado mortal. Debido a la fragilidad de nuestra naturaleza, a sabiendas, el diablo ronda como "león rugiente", según nos cuenta san Pedro en una de sus cartas. Escuchar sus rugidos sería una torpeza.

Entonces, ¿qué se puede hacer? Huir de las tentaciones, sin entrar en diálogo con las propuestas del maligno. Nuestra voluntad es flaca, y sin la ayuda de la gracia, estaría perdida. No olvidemos nunca que el tentador no se abstuvo siquiera de insinuarse con sus veladas mentiras al que era la verdad misma. Jesús no dialoga; por el contrario, emite un rechazo radical a las propuestas con un "apártate Satanás", sin contemplaciones de ningún género. De esta manera no se repite el triste diálogo de Eva con el diablo.

Nos asombra cómo el endemoniado de Gerasa, ante el ultimátum de Jesús  preguntándole su nombre, le contesta que eran "legión",  y le suplica que les permitiera ir a unos cerdos del entorno. Dos mil de esos cerdos se precipitaron en el agua y se ahogaron. ¡Dos mil! Sólo para causar daño a sus propietarios, que se van a enemistar con Jesús, pidiéndole que se aleje de su territorio. 

Las historias de endemoniados se repiten hoy tanto como ayer, según nos cuentan los exorcistas, bien sean obispos o sacerdotes.

Sólo la gracia  de Dios, puede vencer en esta lucha desigual. Los ángeles y arcángeles también intervienen por mandato divino. María, la siempre virgen, lo puede todo contra los "malditos". Ellos  temen a la "sin mancha", reina de los ángeles.

Para concluir diremos que el hombre sólo no puede contra las fuerzas infernales. Se requiere de la gracia divina, que siempre acude a nuestra súplica. Sin la ayuda de la gracias, el hombre cae sin remedio al abismo de los sin gracia.





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