Cuando las calles se hacen más angostas...podrían llevar a un encuentro con Dios


Cuando las calles por donde uno transita cotidianamente se estrechan, puede significar que se va por el buen camino, pues estrechos son los senderos que llevan al cielo... 

El estrechamiento se relaciona con la obediencia. Esta virtud, cada vez más en desuso, va de la mano de la humildad. No se trata de andar por donde uno quiera o de cualquier manera. Se trata de dar pasos hacia la meta siguiendo los pasos por el camino del Señor.

La verdad del camino se descubre especialmente al reconocer la insuficiencia personal para lograr esta empresa, siempre más allá de nuestras fuerzas o conocimientos. Es entonces cuando se aviva el interés por la imitación de quienes ya han recorrido el mismo camino y han logrado el fin.

Sin duda, este el camino que nos han dejado los santos, quienes de ninguna manera se muestran indiferentes a nuestro recorrido, sino que no cesan todos de interceder por cada uno; les importa sobremanera que se salven todas las almas. Así viven y respiran los mismos anhelos de su Redentor. 

Si alguno se sale del camino, porque se cansa, atraído por señales del entorno, o por lo que sea, se vuelve a repetir la escena de Esaú, cambiando la herencia al ser el primogénito, por un plato de lentejas. Por supuesto, las lentejas no son malas, mucho menos cuando se viene del trabajo y no hay a mano algo más. Esa es la decisión: se cambia la herencia de la eternidad feliz por una satisfacción momentánea. 

Y no aprendemos, incluso cuando la oferta es menos digna que unas lentejas.

Pero debemos recordar siempre, al olvidarse del camino, como en las viejas ciudades europeas, de la espera atenta del padre amoroso que se asoma cada día y otea el horizonte para ver si distingue en él la silueta la de un hombre cansino, quizá la figura de su hijo ido a tierras ignotas, regresando a casa. Es entonces cuando el hijo va a descubrir de nuevo, el cariño de la acogida de un padre amoroso dispuesto a concederle el perdón sin remilgos, un vestido nuevo y una suculenta comida como nunca antes había disfrutado.

No podemos irnos de casa así como así. Es una vocación dada por el dueño de la viña para siempre, aunque a su regreso los hermanos critiquen y traten de humillar al que estaba perdido  y ha sido hallado. No se alegran del perdón del padre al hijo pródigo.


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