Las familias y las naciones parecen no ambicionar la paz


Desde Caín y Abel se habla de paz, ¿pero se la quiere de verdad? Tomás de Aquino señala cuatro exigencias de la p
az: verdad, justicia, amor y libertad. Veamos el tema.

La respuesta inmediata a un querer la pazva a ser afirmativa; sin embargo, cada quien la quiere a su manera, es decir, sin ceder en lo suyo. 

Aunque se viva en medio de la tragedia, como ocurría durante la II Guerra Mundial durante casi cinco años, afectados todos los países europeos en mayor o menor grado, se produce tal ceguera en la cabeza y en el corazón del hombre, que incluso la oración, cuando existe, parece convertirse también  en un instrumento  de lucha.

Entonces, ¿de qué se trata? La respuesta no es fácil. Por un lado se encuentra la naturaleza humana, siempre débil. Por otro, la voluntad divina. ¿Pero es que acaso Dios quiere la guerra, el mal, la discordia? Absolutamente no. 

Dado este punto de partida, sólo nos queda seguir la voluntad divina, puesto que la nuestra, la humana, está debilitada. Quiere el bien, pero se queda en un bien mínimo, insuficiente. Podría el rumbo marcado por la inteligencia, pero tampoco ésta aporta la claridad necesaria. Por tanto, el hombre no es malo pero se conforma con satisfacerse con un esfuerzo raquítico, insuficiente, pero pensando quizá en lo sincero de este proceder pues estaríamos  de acuerdo con nosotros mismos. 

Las cosas, los objetos, la realidad en una palabra quedarían a un lado esperando que tal vez puedan  coincidir  con nuestros pensamientos, con las ideas de nuestra mente.La verdad entonces dejaría de ser objetiva y se proclamaría en nombre de la subjetividad.

El mundo hoy parece cansado de tanto ir y venir. Ya no se enseñorea  siguiendo la búsqueda de lo que las cosas son, y se guarece en sí mismo, donde la paz resulta imposible porque el "otro yo"  no aparece tal como es y no cabe por tanto la reconciliación.

Cuando se quiere formar parte de lo dicho en estas líneas, sin estar de acuerdo con ello, se afirma categóricamente ese referirse a la realidad, ajustándose a la esencia de las cosas. Pero, hay un pero, esa realidad presentada, aunque muy real, no coincide con la realidad relevante para vivir la vida como persona. Se omite el sentido de la familia, desfigurándola según la ideología en turno, se quiere dudar de la realidad de un recién nacido como "varón" o "hembra" con el fin de acomodarla al capricho cambiante y así afirmar la idea de libertad, falsa, ya iniciado en la obra de la francesa y acompañante de Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir,  El segundo sexo, escrita en 1949.  

El orden no nace del capricho de hacer coincidir el sujeto consigo mismo. Sin duda,   se trata de una "verdad", pero no la que rastrea la ciencia ni la verdad que hace justicia al hombre mismo. Y no se puede guardar silencio sobre esta verdad que sí desemboca en la tan ansiada paz

Efectivamente, nos faltaría el amor si se decide mantener silencio ante lo esencial.




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