La historia de los judíos


No se puede pasar de largo la "historia del pueblo judío". Acabo de leer su discurrir por este mundo, escrito por Paul Johnson, un británico de Manchester, donde en 587 páginas, va desarrollando los detalles de su accidentado paso por la vida. La historia comienza con Abraham y termina con el asentamiento de este pueblo en las tierras de Palestina. 

Los vaivenes de su devenir junto a la creencia, más o menos asentada según la época, de ser un pueblo mesiánico, elegido por Dios, disuelto por  avatares de la convivencia entre ellos mismos y con los pueblos donde han vivido, se extienden por la geografía del mundo, creyendo, unos más otros menos,  tener una cierta misión que cumplir.

Viven a su manera, aunque entre ellos no están de acuerdo sobre cuál es el modo correcto de encauzar sus energías. Han destacado y destacan por su inteligencia práctica para adaptarse a las circunstancias donde eligen o les toca pasar sus días, pues  convierten las barreras halladas en las diferente culturas en ocasiones para desarrollar habilidades mercantiles y financieras. Así sobreviven y prosperan incluso en circunstancias adversas, y han logrado un protagonismo sin paliativos en la paz y en tiempos de guerra. Si bien, en honor a la verdad, no todos gozaron de estos dones, y la pobreza sumía a muchos de ellos.

Desde  la Edad Media, sobresalen sin duda el talento y trasiego del filósofo Maimónides especialmente durante el siglo XII. Los ejemplos recientes de éxito económico como la familia Rothschild vienen desde el siglo XVIII en Alemania, sin olvidar las contribuciones intelectuales de personajes como Isaac Newton y Einstein, o artísticas como Chagall en el siglo XX, o el compositor musical Mendelsshon o el escritor y poeta Heine, ambos del  siglo XIX, por no citar el mundialmente  conocido Karl Marx.

Pueblo inquieto en sus ideas y prácticas profesionales. Siempre buscando la clave, la piedra última que cierre el arco de su existencia, dándole un "sentido" social, humano y religioso, aspectos que no siempre corren paralelos.







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