Cuando una persona pierde la fe, se acaba el amor


El encabezado de esta nota nace de la inquietud por el auge 
del desamor en tantos  ámbitos de la vida. El matrimonio, por ejemplo, base de la sociedad, se ha dejado a un lado porque  las relaciones entre hombre y mujer, sin compromiso alguno, ocupan un lugar privilegiado en las mentes del hombre contemporáneo. Al matrimonio  se le ha abierto una gran fisura al desplazar su fin, los hijos, y quedarse  mediante la anticoncepción, en el mero placer sexual, unitivo pero no procreativo. Por tanto, no se requiere  del matrimonio para disfrutar de una relación y se evita así el problema de sacar adelante una familia y de educar a los hijos.

Si dijéramos que el mundo ha perdido la fe, surgiría en seguida la pregunta: ¿Acaso se relacionan la fe y el amor? ¿Por qué al perder aquélla se deteriora éste?Josef Pieper, uno de los más destacados filósofos del siglo XX, viene a decirnos que el amor genuino nace de la fe en las promesas de amor de Dios. 

El cristiano es el hombre que mediante la fe penetra en la relación con Dios trino, que es amor, continúa Pieper. Su capacidad natural del amor, se transforma en verdadera caridad mediante una disponibilidad a toda prueba. Algo así como decir "si tú lo quieres, yo también lo quiero", o el grito Teresiano "aunque me canse, aunque no pueda, aunque reviente, aunque me muera".

Es decir, el cuento, la doblez, el aparentar son todas formas del "desamor", donde se disimula la "entrega", actitud que lleva a la perdición.


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