¿Puedo hacer con mi cuerpo lo que me da la gana?


Uno se pregunta, no sin admiración, de dónde salen las ideas  extremas, y cómo, tras miles de años en contrario, se  ponen de moda en un parpadeo, situándose en el candelero de la opinión pública en casi todo el mundo.

Si tratamos de resolver la primera de las cuestiones, de dónde salen las ideas radicales para asentarse sin pudor alguno, hasta en los parlamentos de la política donde se deciden las cuestiones vitales para la marcha de la sociedad, veremos que, quienes detentan el poder, se hallan más abocados a conservarlo que a la consecución del bien común. Esta tendencia produce grandes controversias y no siempre se encuentran los principios, además del querer omnímodo, de donde derivar y establecer tales ideas. 

Pero la conservación del "poder" no es el único ingrediente en estos procedimientos. Tomemos, por ejemplo, la frase tan aireada hoy en día, "yo tengo derecho a hacer con mi cuerpo lo que me da la gana". Las calles se llenan de jóvenes gritando y con pancartas, esta idea. Pero, ¿de dónde nace la idea? En primer lugar diremos que sí, que se trata de una "idea", pero desvinculada completamente de la realidad. La idea no ha nacido de analizar algo real, sino, entre otras cosas, de la conveniencia personal.

De hecho, a un señor del siglo XVII, se le ocurrió decir que, cada hombre, tiene por "naturaleza" derecho a toda cosa. Se trata, como algunos habrán adivinado, de Hobbes, y se puede leer así en el Leviathan cuando se publica en 1651. Es decir, se pueden poner todos los medios que a cada quien le parezcan buenos para asegurar su propio bien (cap. 14).

Muchas de las protestas de jóvenes estudiantes y obreros en las marchas parisienses de Mayo del 68, si bien tenían como cabezas visibles a Jean Paul Sartre y Heber Marcuse, entre otros,  pedían el derecho a la "felicidad permanente" y el "prohibido prohibir",  y, para conseguirlo,  “hay un derecho natural de resistencia para las minorías oprimidas y subyugadas a emplear medios extralegales si se ha probado que los legales resultan inadecuados” (Marcuse). Para ellos, el hecho de manifestarse así, era prueba sin más de su opresión, por no haber obtenido los resultados esperados. 

La idea de fondo, la podríamos llevar hasta las ideas del Leviathan. A los jóvenes franceses les pareció bien sus demandas y  este proceder, y así procedieron. Así ocurre hoy con las protestas callejeras pidiendo, por ejemplo, el aborto como derecho y el cambio de sexo como una exigencia de la libertad. 

Pero, el contagio casi universal de estas ideas, no se puede explicar sin otro factor: los media. Sin la contribución de su difusión sostenida no habríamos llegado  a la manera de pensar actual, tan apartada del respeto al ser humano, más allá de los pareceres de muchos. La cantidad no cambia lo debido a la calidad del ser, y la libertad se define al trazar sus limites.


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