El proverbio dice que el "hábito no hace al monje", pero...





Recuerdo la víspera de la ordenación de arzobispos en Roma. Era un 28 de junio, y como cada año, la celebración se da siempre al día siguiente. Pues bien, un amigo nos invitó a esa ceremonia, y nos contaba cómo los guardias suizos de la entrada a El Vaticano, le  habían prohibido el acceso por la manera cómo iba vestido. SIn traje talar, una camisa desabrochada y por fuera del pantalón, sin corbata, y una mochila. Y le hacía harta gracia el rigorismo de la guardia.

Cuando este simpático personaje insistió sobre su condición de obispo católico y romano, y su necesaria presencia en las oficinas correspondientes para realizar unos trámites, no le creyeron. Al verificar su identidad, los guardias suizos, le permitieron la entrada, no sin recordarle que, en El Vaticano, un sacerdote deber además de serlo, parecerlo. 

Desde luego, no sé de dónde les viene la manía de equipararse a los laicos, quienes en realidad no lo son. Un sacerdote ordenado está por encima del laico en la jerarquía de la Iglesia, debido a su consagración. Algunos frailes religiosos y sacerdotes seculares, quieren disimular su condición con el vestido, pretendiendo ser en público lo que no son. 

En una sociedad donde el  98% de los católicos, por ejemplo, son laicos, y un 2% religiosos y sacerdotes, hoy más que nunca convendría no "travestirse" pues no se trata de una fiesta de disfraces.

De una persona consagrada (como de quien no lo está) se espera su testimonio siempre, en la doctrina, en su ministerio, y en la palabra. Y si el Papa, cabeza de la Iglesia, da siempre el tono con el vestido adecuado, tanto más debe darlo el sacerdote ordinario, a semejanza de quien hace cabeza.

El "hábito no hace al monje", pero...parecer lo que se es, no viene nada mal.


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