Se precisa de un "punto de vista" y seguirlo (vocación) para coronar una obra de arte





Ningún artista, ni tampoco científico alguno, han logrado en el esplendor de su arte o de su ciencia, captar el todo. Su triunfo se debe a la elección de un punto de vista. Cuando se quiere abarcar el universo entero, la grandeza se escurre como el agua entre las manos, y el todo se convierte en nada.

Algo así está pasando hoy con los deseos de libertad, especialmente entre los más jóvenes. Se quiere ser tan libre que se van cortando los intercambios propios de una relación, y, al final, se queda uno solo. Entonces, entre la nada y el todo, podemos elegir un punto de vista, y a base de acostumbrarnos a él, iríamos descubriendo cosas nuevas, y acabar produciendo una obra de arte, a la manera de los grandes artistas, como vemos en cada pintura, en cada cuadro heredado de la tradición de tantos siglos.

Siempre lo mismo: un punto de vista, observación, trabajo paciente, y acaba apareciendo esa obra única, de un paisaje, de un rostro, de la convivencia familiar y social. Se van tejiendo los colores para iluminar la escena compuesta de sol y grises. Al final, la obra es la presentación resumida en un cuadro de logros, aciertos y destinos. Nunca es perfecta. Con ese resultado se presenta el alma del artista al juicio de las generaciones. Nadie verá cuántas miles de pinceladas barrieron la representación contemplada nacida de tantas miradas a la realidad y a las imágenes del alma. 

Prevalece la forma sobre la materia del arte. Como la vida, llena de tropiezos y cubierta de andrajos, aparece la obra final aunque no esté lista para ser juzgada. Muchas veces se vislumbran otras pinturas detrás de la pintura última. Las representaciones anteriores están ahí, como una vocación perdida o enmendada. No lo sabemos. Son enmiendas o extravíos, o mezcla de las dos cosas. Por eso importa mucho la firma del cuadro, donde el autor avala la presentación de su trabajo.

Esa firma avala la voluntad del artista, capaz de mantener el rumbo mediante la sujeción del timón durante la realización de su obra, en medio de obstáculos y rectificaciones. Por eso, es importante encontrar la firma del artista: da fe. Es como emprender una travesía: se necesita saber a dónde se quiere ir, pero no se sabe de las vicisitudes del camino.

Entonces, para coronar una obra de arte se necesita, en primer lugar, elegir un punto de vista de entre los innumerables posibles; luego, se requiere emprender el camino, sin contemplaciones; y, finalmente, paciencia, esa que todo lo alcanza. Ese punto de vista bien puede ser la vocación



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